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lunes, 25 de marzo de 2013

Los Huetares

Antes de la llegada de los Españoles al territorio de lo que hoy es Costa Rica, según Moreno (2006), citando a Quesada (1996) los huetares se asentaban en casi la totalidad del Valle Central, la provincia de Alajuela, Barva, y una porción de la Cordillera Volcánica Central hasta las llanuras de San Carlos. Lines (1940) señala que la cultura Huetar se localiza en las áreas del litoral Atlántico, las altiplanicies centrales y la cuenca del río Grande de Tárcoles.
De acuerdo con Quesada (citado en Ornat, 2002: 46) los huetares eran unos de los pueblos indígenas que se caracterizaba por una cierta unidad a la llegada de los españoles a esta región. Ocuparon, según la documentación colonial, prácticamente todo el Valle Central y gran parte de las tierras del litoral pacífico entre Chomes y la región de Parrita.
Es decir que los antiguos huetares ocuparon los territorios de lo que hoy son los cantones de Puriscal, Acosta, y Mora, Parrita, en Puntarenas. Y limitaban con los Quepos, los Chorotegas, los Botos, Talamancas, y Suerres. (Quesada Pacheco, 1996)
Garro (2008) afirma que los Huetares ocupaban el territorio de lo que hoy es actualmente el cantón de Mora, y que éste era dominio del Cacique Garabito, con asiento principal en Tabarcia. A principios de la conquista había un Cacique de nombre Coquiva, súbdito de Garabito, tenían un espíritu belicoso y pasaban en luchas con su vecino el Cacique Accerrí o Aczarrí. Garro (2008) continúa explicando que hacia finales del siglo XVI y principios del XVII, los españoles trasladaron el pueblo conocido como Pacacua o Pacaca, (Ciudad Real o lugar rodeado de aguas) ubicado en Tabarcia a un lugar plano nuevo, lo que se conoce hoy como Ciudad Colón.
Quesada Pacheco (1996) cita a Ibarra (1988) que señala que los huetares habitaban la cordillera de Tilarán hasta los Montes del Aguacate, éste territorio era del dominio del cacique Garabito. Por la parte norte habitaban la parte de las provincias de Alajuela y Heredia que se encuentran dentro del Valle Central, la Cordillera Volcánica Central hasta las llanuras de San Carlos.
Sabemos por los documentos históricos que la conquista del territorio de nuestro país por parte de los españoles se dio en dos etapas, una primera que va de 1522 al 1560 donde se realizaron viajes de exploración y unos pocos asentamientos alrededor de las costas y la segunda a partir de 1561 internándose en el valle central. En un principio la información que los españoles disponían del grupo huetar era muy escasa y se veía filtrada por medio de otros grupos indígenas que los rodeaban como los chorotegas, chomes y orotiñas. (Quesada Pacheco, 1996)
Hay que recordar que los huetares eran un pueblo numeroso que sometía a sus vecinos, e incluso los utilizaba como ofrendas en sacrificios humanos, lo que acrecentaba la visión de guerreros y sanguinarios que pudieran tener los españoles.
La conquista ocurre en 1561 según Quesada Pacheco (1998) a la llegada de los españoles los huetares eran el pueblo mayoritario, más poderoso y organizado su idioma se usaba de lengua franca entre los demás grupos indígenas.
Siguiendo a Lines (1940) es en 1522 cuando el Capitán Gil González de Avila realiza un viaje que va desde Panamá hasta Nicaragua atravesando lo que hoy es nuestro país, este personaje se internó por el valle de Tárcoles y conoció a un cacique de nombre Huetara, que vivía en lo que se llama hoy Orotina. Quesada Pacheco, 1996, concuerda con este autor en que la primera mención que se hace referente al grupo indígena en cuestión data de 1522, pero hay una pequeña variante en el nombre del Capitán, Gil González Dávila, este itinerario de viaje fue escrito por Andrés de Cereceda en dicho año. En algunos documentos se señala que el nombre del mencionado cacique era Huetara, y en otros Huetare.
Mas es en la segunda mención histórica a este grupo se hace en 1529, por un historiador colonial de nombre Gonzalo Fernández de Oviedo, y este los llama Güetares, dice que son mucha gente y que viven encima de las sierras de la Herradura. (Quesada Pacheco, 1996) De ahí viene el epónimo con el que conocemos hoy a este grupo indígena. Tal parece que este nombre se lo puso en mención del cacique de Pacaca (actual Tabarcia) de nombre huetara, por lo que nombró a todo el pueblo como huetares, y así quedó para la historia, sin conocer el nombre que ellos se daban a sí mismos.
Las incursiones de los españoles al Valle Central se dan cuarenta años después de la ocupación del Golfo de Nicoya, ya que en 1523 Francisco Hernández de Córdoba había fundado Villa Bruselas en la franja oriental del golfo.
De acuerdo con Ornat, (2002) el discurso que manejaban los conquistadores Vázquez de Coronado y Juan de Cavallón era el de descubrir, pacificar y poblar, con esta máxima como guía de actuación, en 1555 estaban dominados los indios de Chomes y Abangares, centros claves para el avance al territorio huetar. Con la llegada al interior del territorio se pretendía establecer un centro de población que sirviese para ejecutar las incursiones hacia otras zonas, por ejemplo: Castillo de Garcimuñoz, fundado entre las poblaciones de los huetares y el Guarco.
Es así como la conquista efectiva del Valle Central se lleva a cabo bajo la figura de Vásquez de Coronado, quien fue nombrado Alcalde Mayor de Costa Rica y Nueva Cartago el dos de abril de 1562, en ese mismo año este informa que entre los pueblos que sirven a los españoles se encontraban Pacaca, Taribu, Accerri, Puririce, Corcoc, Cot, Oroci, el Abra y Toyopac (Ornat, 2002: 50).
Tanto las deudas como el escaso oro encontrado forzaron a Juan Vásquez de Coronado a realizar un viaje a España para conseguir reconocimientos. Fue ascendido a gobernador vitalicio. Pero todo ello se disiparía con su muerte en alta mar, de regreso a Costa Rica, acaecida en 1565. A raíz de ello el 19 de julio de 1566, el rey Felipe II nombró gobernador de la provincia a un hermano del Duque de Alcalá, virrey de Nápoles, llamado Perafán de Ribera (Ornat, 2002: 59).
A la llegada de los españoles el territorio de los huetares se encontraba dividido en provincias, según datos de Juan Dávila en 1566. (Quesada Pachecho, 1996). Cada provincia tenía un cacique mayor. Para 1560 al arribo de los españoles, el pueblo huetar estaba dividido en dos provincias, la provincia de Coyoche o Garabito era dirigida por el cacique mayor Garabito. Tal parece que este nombre fue heredado de Andrés de Garabito, conquistador español, que llegó antes de Juan de Cavallón, según el padre Estrada Rávago que dejó la cita en 1572. Llama la atención que se cambiara de nombre tan temprano durante la conquista, se sabe que los indios fueron obligados a utilizar nombres cristianos, tal vez esto fue una estrategia para confundir o porque les gustaba los nombres extraños. Dicha provincia se encontraba al occidente del río Virilla, y se les conoce como los huetares de occidente.
A parte del cacicazgo de Garabito, existía otro en el Guarco, en la sección oriental del Valle Central, y como límite tenían el río Virilla, ésta es la segunda provincia de oriente.
Los diferentes cacicazgos huetares se agrupaban en señoríos, unidades sociopolíticas de fuerte cohesión y de mayores dimensiones que el cacicazgo (Ornat, 2002: 48).
La función del cacique es la de ser redistribuidor de bienes y ejercer un función organizativa (política), religiosa y militar. El pueblo, entendido como colectividad, realiza servicios para él (beneficio comunitario: conservación y construcción de estructuras necesarias para las actividades productivas y el intercambio; siembra y recolección de las tierras comunales…) y, a cambio, reciben el tributo que el cacique le otorgaba. (Ornat, 2002).
El territorio que habitan los quitirriseños permaneció al cacicazgo de Pacaca, ubicado en el área occidental del Valle Central. El asentamiento principal se localizaba en el actual distrito de Tabarcia del Cantón de Mora. El territorio que abarca se extendía entre los ríos Jaris, Jarco, Tabarcia, Pacacua y Picagres, al sur del río Virilla. Su situación estratégica le permitía controlar las rutas que venían de la costa del Pacífico, de Chomes y de Quepo (Ibarra, 1990 citado por Ornat, 2002: 47).
Moreno (2006) citando a Ornat (2002) afirma que los huetares de quitirrisí pertenecían al cacicazgo de Pacaca y la posesión de la tierra era comunitaria. Durante la colonia (1568 - 1821) los españoles se encargaron de desestructurar la forma de vida huetar, y de despojarlos de sus tierras, además de esclavizarlos, sometiéndolos a extenuantes jornadas de trabajo y privándoles de su modo de vida, razón por la cual hubo una disminución significativa de la población originaria. Para el año 1611 los indígenas constituían el 96% de la población, para 1700 disminuyeron al 43%. Así es como el cerro de Quitirrisí se contituyó en un lugar de refugio para los indígenas que escapaban de manos españolas.
Siguiendo a Ornat (2002), Moreno (2006) nos explica que para 1821, fecha en que llega la independencia a Costa Rica, los indios tenían participación política. En 1835 Braulio Carrillo tomó el poder y trató de privatizar las tierras indígenas, lo que le generó una fuerte oposición y debilitó los municipios indígenas. El país se dividió en provincias y cantones, y esto provocó que los indígenas se refugiaran en el territorio de Pacaca, región ocupada por los mismos.
Se interpreta como la última avanzada expansionista o arrinconamiento, hacia finales del siglo XIX y principios del XX, por parte de un grupo de familias de la comunidad de Quitirrisí de Mora y otras de Puriscal que se desplazaron a la zona limítrofe entre San José y Parrita en Puntarenas y fundaron pueblos como Zapatón, Bajo del Rey y Concepción. Además de San Gerardo de Parrita y Cerritos y el Nene en Aguirre.
 

 Modo de vida de los Huetares históricos.
El cacicazgo de Pacaca, al igual que el resto de cacicazgos costarricenses, se caracteriza por un modo de vida semicultor- distribuidor. La agricultura era la actividad económica principal. La posesión de la tierra era comunitaria. Se asignaba un lote a cada familia, además de contar con un huerto cerca de sus viviendas para abastecerse de los productos de primera necesidad (Fonseca, 1998 citado en Ornat, 2002: 49).
En el cacicazgo de Pacaca, los indígenas explotaban los recursos naturales como plantas que los proveían de fibras, alimentos, recipientes, tintas, estimulantes, abrigo y medicina. Los animales silvestres como la danta, el venado, el armadillo, el tepezcuintle, la iguana, el mono eran parte de la dieta (Herrera, 1975 citado en Ornat, 2002: 49).
Según Moreno (2006), citando a Quesada (1996), las viviendas eran de forma circular, donde probablemente vivían las familias nucleares y extensas y se encontraban muy alejadas unas de otras. Practicaban la agricultura, la pesca, la recolección de frutos, la casa y la domesticación de animales.
Fray Agustín de Ceballos, citado por Quesada Pacheco (1998, p. 184) nos dice que en 1610 los indios llevaban jabalíes, o saínos que eran mansos y los seguían a todas partes como perrillos.
Por el noroeste comerciaban con los chorotegas, chomes, y corobicíes, pero también los capturaban para sacrificios. Por la Vertiente Atlántica limitaban con los indios suerres, pococís, cabécares, y bribris, con éstos últimos no tenían problemas y por el contrario eran amigos y los huetares los ayudaron en la batalla contra los españoles. Los huetares tenían bajo su esfera de control a los tices, catapas, botos, vecinos por el norte, eran súbditos y tributaban al cacique Garabito. La relación que tenían con los vecinos del sur los quepo y los turucacas era la peor de todas, éstos últimos se robaban las mujeres e hijos, y los bienes de los huetares y vivían en continua guerra, los huetares pidieron ayuda a los españoles para derrotarlos en varias ocasiones. (Quesada Pacheco, 1996)
Se calcula que a la llegada de los españoles la nación huetar rondaba los veinte mil habitantes, según fuentes coloniales, pero igualmente esta cifra está muy contrastada con otras fuentes coloniales, que indican que eran alrededor de cuatro mil habitantes. De cualquier manera se sabe que entre 1569 y 1607 cuando se realizaron las reparticiones de indios, el número que fuera disminuyó. De cualquier forma, Quesada Pacheco, 1996, cita a Ibarra, 1990 en el sentido de que se acepta la cifra total de pobladores de Costa Rica para comienzos del siglo XVI en 400.000 habitantes, lo que para 1569 se considera que eran 120.000 y ya para 1611 tan solo 10.000 indios.
Los sitios Guayabo y Las Mercedes, de tradición huetar, cuyas viviendas pudieron ser de tipo circular cónico de influencia sudamericana, pero también rectangulares de influencia mesoamericana, además de calzadas y espacios ceremoniales. Los huetares vivían en casas dispersas y apartadas unas de otras, en familias extendidas, o ampliadas. (Quesada Pacheco, 1996) Los caciques tenían más de una vivienda, tal es el caso de Fernando Correque, cacique mayor del Guarco. Las viviendas se dividen en dos espacios la cocina y los dormitorios. Del mismo modo existían caminos que comunicaban a las comunidades indígenas.
Los diversos objetos de cocina que se encuentran en el Museo Nacional dan cuenta del estilo de vida de estos pobladores, además dormían en petates. No se hace mención de que durmieran en hamacas.
Este pueblo se dedicaba a la agricultura de semillas, raíces y tala y quema, además de recolectores, en sitios como el Guarco, consumían miel en Accerri, así como pescados, cazaban saínos, venados, e iguanas entre otras. Realizaban vestidos de fibras vegetales como el algodón y el tule. Esto último es importante ya que, a diferencia de otros grupos originarios a la llegada de los españoles al continente, quienes se asombraron y sentían repulsión por ver a los indios desnudos, los huetares si utilizaban trajes y mantas hechas de algodón, evidencia de esto son los husos que se conservan en el Museo Nacional, además de adornos corporales de oro. Los mismos españoles dicen que tenían buenas ropas. Así mismo es de notar que rápidamente dejaron su atuendo tradicional para adoptar el modo de vestir español. Otro tema importante es el uso de oro como adorno, en dijes de collares, aretes y pecheras. Además se pintaban el cuerpo por lo menos cuando iban a la guerra. Utilizaron madera de pejibaye para hacer lanzas y flechas. (Quesada Pacheco, 1996)
Así pues, sabemos que en 1544, los huetares de Tayutic, se unieron a los indios de Suerre, contra el grupo de españoles encabezado por el gobernador Diego Gutiérrez. Los indios hacían mucho ruido y gritos, con instrumentos de viento y percusión, iban adornados con plumas y oro, y pintados, utilizaban piedras, macanas y lanzas, había jefes y soldados, y cuando vencían, cortaban la cabeza, pies y manos y se los llevaban como trofeos. Como le sucedió a dicho gobernador. Entre los objetos que se llevaban están las armas de los españoles, como sucedió en la rebelión de Atirro de 1564.
Quesada Pacheco, 1996; asegura que no practicaban la antropofagia, por dos testimonios de los conquistadores, Andrés de Cerreceda en 1522 afirma que a partir del territorio de los Chorotegas si se practicaba la antropofagia, pero que los huetares no. Luego Pedro de Gallegos en 1570, también lo afirma. Además de que no se sacrificaban entre sí su propia gente.
Los huetares utilizaron sonajeros, silbatos, ocarinas, y tambores, los cuales se utilizaban por lo menos para ir a la guerra. Algunos tenían formas de animales. Los tambores se confeccionaban con piel de iguana o de chancho de monte. Las ocarinas eran de piedra y de diferentes tamaños.
El uso de la cerámica era parte de la vida cotidiana huetar, tanto en tazones, tinajas, vasijas, algunos eran pintados, y otros tenían formas de animales, donde predomina la figura de lagarto. Así mismo la piedra se trabajó para confeccionar hachas, y manos de moler, a veces en forma de animales o antropomorfas, ejemplares de estos se pueden apreciar en el Museo Nacional. (Quesada Pacheco, 1996)
Los huetares practicaban el trueque entre ellos mismos y con etnias, como los talamancas con quienes intercambiaban dantas y saínos por piezas de oro, esclavos y ropas de algodón. Tal parece que existían centros de redistribución de los cuales Guayabo pudo haber sido uno de ellos. Pero además desde el principio de la conquista los huetares empezaron a comerciar con los mismos españoles. (Quesada Pacheco, 1996)

 Creencias de los Huetares Antiguos.
Nuevamente a falta de registros históricos sobre las creencias, mitología y prácticas religiosas del grupo de estudio, este capítulo tiene esas mismas carencias. Sabemos que los españoles se toparon con un grupo indígenas rico en todo este tipo de manifestaciones culturales, más por temor, desconocimiento, desinteres, o bien, porque era su misión despedazar ese tipo de creencias e implantar su religión cristiana, no registraron, ni se preocuparon por describir dichas prácticas, se sabe un poco sobre los ritos de enterramientos, y se puede inferir a partir de su arte (esculturas, adornos corporales en oro, vasijas y otros restos materiales) algunos aspectos de su cosmovisión de los cuales rescatamos los que se detallan a continuación.
Lines (1940) afirma que los huetares adoraban a los astros y realizaban sacrificios humanos en cada luna llena. De igual forma se cree que las cabezas retratos, esculturas hechas en piedra, tratan de representar a sus líderes o antepasados muertos, como forma de culto y veneración. Existen animales que son recurrentes en el arte huetar lo que da a entender que eran sagrados o cumplían alguna función importante en la cosmogonía como lo son el lagarto, la serpiente, el mono y el jaguar.
En cuanto a los enterramientos, se hacían en dos fases: la primera, cuando un cacique moría el cuerpo era pintado con colorantes, lo embalsamaban con resina de caraña, y se lo envolvía en grandes hojas, se enrollaba el cuerpo en una manta, se le colocaba su diadema de plumas, los collares de piedras semipreciosas, y de oro, así como las armas. Se lo llevaba en procesión desde su casa hasta un lugar retirado en la montaña, montado en una vara. Se dejaba el cuerpo colgando durante mucho tiempo. La segunda fase se realizaba cuando el cadáver se había secado y solo quedaban los huesos, se retiraba el cuerpo hacia la aldea, y se le recibía con una fiesta con comida y chicha. Se desenvolvía el cadáver, se cantaba las hazañas del cacique. Se acomodaban los huesos del difunto de forma natural, y se envolvían de nuevo en mantas, la fiesta duraba tres días y tres noches, al final llevaban el cuerpo en una vara para ir a enterrarlo en el panteón sagrado, en esa procesión se iba dejando un hilo para que el alma del difunto siguiera el camino, el esqueleto se depositaba boca abajo, se sacrificaba una guacamaya y se le cortaba la cabeza que se colocaba sobre la cabeza del difunto. Los objetos de lujo que los familiares traían de ofrenda eran marcados y se tiraban en la fosa fúnebre. Y así acababa el enterramiento. (Lines, 1940)
Del mismo modo sabemos que Juan Vásquez de Coronado, presenció el funeral del hermano del cacique Tuarco en el valle de Candelaria, cerca de Aserrí. Se relata que encontraron a dicho cacique borracho, y a un indio muerto envuelto en cantidad de mantas, con oro y otras cosas. Y cuatro días antes habían matado a cuatro o seis muchachos para enterrarlos con el difunto, porque esta era la costumbre. (Quesada Pacheco, 1996)
Este tipo de entierro secundario parece ser común entre los indios cabécares, bribris, y talamancas. Se puede inferir que creían en la inmortalidad del alma y que ésta va a otro mundo donde llegan a necesitar de sus pertenencias y hasta de sus sirvientes.
Se sabe por fuentes coloniales que los huetares practicaban tres tipos de bailes en diferentes ocasiones como: 1) bailes donde participaban muchas personas, con coros, y se hacían representaciones dramáticas. 2) bailes celebrados antes de ir al combate, como los que se realizaban para ir a luchar contra los quepos, con quienes siempre estaban en guerra. 3) bailes para ceremonias religiosas. (Quesada Pacheco, 1996)
Los sacrificios humanos se realizaban con fines bélicos contra los enemigos, cortando la cabeza del enemigo para adquirir prestigio y usarla de trofeo. Luego en los rituales funerarios se sacrificaba a los esclavos de un principal, mayoritariamente mujeres. Además de los esclavos y prisioneros capturados en guerra. Así los chorotegas y los botos eran víctimas frecuentes de estos sacrificios, de igual forma que los españoles, con quienes se tenía relaciones tensas. Pero sabemos que no se sacrificaba a miembros de su propia etnia, y que no practicaban la antropofagia.
Sitios como Guayabo de Turrialba, que dan cuenta de montículos, plazas, basamentos circulares, petroglifos, calzadas y diversos artefactos, demuestran que la religión representaba un papel importante para esta sociedad, ya que este sitio da la impresión de ser un lugar sagrado. Los huetares fueron los primeros en ser cristianizados, amén de que los españoles no se molestaron en describir, ni registrar los ritos, y aspectos religiosos de los huetares. Se pueden inferir de los hallazgos arqueológicos algunos aspectos de la religión como la práctica del chamanismo, bastones y algunas piedras dan muestra de esto. Todavía bien entrado el siglo XVII, los indios del valle Central, eran reacios de ir a misa y practicar los ritos cristianos. (Quesada Pacheco, 1996)
Por otra parte el consumo de chicha, tal vez pudo tener fines rituales.
 

 Los Huetares en la Actualidad.
Los primeros pobladores de Quitirrisí datan de 1860, año en que tomaron esas tierras provenientes de Pacaca en el Valle Central. Se tuvieron que trasladar 14 kilómetros al sur ya que, el Estado los despojó de sus tierras para usarlas para ganadería. (Ramírez 1996) Es hasta 1939 según Ornat (2002) citado por Moreno (2006) que el Estado se interesa por lo aborígenes dándoles derechos sobre las tierras a través de la Ley General de Terrenos Baldíos y en 1945 Costa Rica participa en la Junta de Protección de las Razas Aborígenes, y se aprueba el Convenio 107 de la OIT en 1959. La Ley General de Terrenos Baldíos, se deroga en 1961. En 1973 se funda la Comisión Nacional de Asuntos Indígenas (CONAI). La reserva indígena Huetar de Quitirrisí fue establecida por Decreto Ejecutivo No. 6036-G “La Gaceta” No. 113 del 12 de junio de 1976, decisión arbitraria según Quesada (1986) citado por Ornat (2002) ya que en otras regiones se observa mayor expresión de descendencia indígena. Existe una Asociación de Desarrollo Comunal y una Asociación Pro-Rescate de la Cultura Huetar (Ley 218). (Ramírez 1996)
Los Huetares de la actualidad se encuentran en: Quitirrisí, Tabarcia, Morado, Ticufres, Guayabo y Jaris en el Cantón de Mora. La Candelaria, Polca, Bajo el Quivel, Alto Limón, Zapatón, y Bocana en el cantón de Puriscal. Cerro Nene y Cerritos en el cantón de Aguirre, y algunos focos en Parrita. Solamente las comunidades de Quitirrisí y Zapatón son reservas indígenas. (Quesada 1996 y 1998).
La reserva de Quitirrisí se encuentra en San José, en el cantón de Mora, en el distrito Colón a 25 kilómetros de San José, carretera a Puriscal y a 10 kilómetros de Ciudad Colón. Colinda con Guayabo, Tabarcia y Mora. La reserva se divide en varios caseríos como: Quitirrisí centro, Alto Quitirrisí, Barrio San Juan, Barrio Cañas, Calle el Guarco, San Martín. Tiene una extensión de 2.660 hectáreas. Y la reserva propiamente dicha un área de 963 hectáreas (Ramírez 1996)
Según el indígena Juan Sánchez la palabra Quitirrisí significa: “Lugar de la quebrada de los pericos”. (Ramírez 1996)
 

 Modo de vida de los Huetares actuales.
La Investigación de Moreno (2006) indica que la cercanía de la reserva de Quitirrisí con San José, favorece la aculturación, ya que los pobladores de la reserva buscan empleo en la capital. Así mismo de los estudios realizados por Bozzoli en 1969 y 1973, los indígenas de Quitirrisí no expresaban ascendencia indígena, más en 1986 sí tenían conciencia de su ascendencia indígena lo que da muestra de un proceso de etnogénesis a lo interno de la reserva indígena.
Algunas de las tradiciones que conservan y refuerzan su identidad son: Trabajos textiles, obtención de tintes, elaboración de comidas y bebidas, ollas de barro, vasijas, tinajas, recipientes de jícaro, escoba tradicional y canastos, elaboran piedras de moler, artesanías, que venden en la carretera hacia Puriscal, como modo de ganarse la vida. De la investigación de Garro (2008) se desprende que: algunas de las artesanías que venden son traídas de Nicaragua pues, para ellos es más rentable económicamente exportarlas y revenderlas que elaborar por sí mismos las artesanías. (p. 89-90)
Las personas de Quitirrisí son biculturales. Algunas de sus tradiciones han variado con el paso de los años y por estar expuestos al proceso de aculturación, por ejemplo: las viviendas son de cemento, madera y zinc, existen muy pocas viviendas tradicionales de varilla o bambú.
En cuanto a su religión se ha absorbido la evangelización cristiana. Practicas los matrimonios católicos y los bautizos.
Tradiciones que conservan todavía son: la fiesta del maíz, venta de plantas medicinales, pero no creen mucho en ellas, les da miedo usarlas para sí mismos, y algunas comidas especiales, como la chicha, el arracache, chorreadas, elotes; se toca la marimba y mascaradas.
En Quesada Pacheco (1998) se afirma que los abuelos de los habitantes de Quitirrisí, consumían: carne de saíno, guatusas, venado, gallinas de monte, tepezcuinte. Además de maíz, frijol, arroz, palmito y verduras como el itabo, el chayote y el ayote. También practican la caza y la pesca. Pero estas últimas son actividades que cuentan que sus ancestros hacían, más en la actualidad, se practica muy poco.
La población joven trabaja en fábricas en Villa Colón y San José, también venden frutas a orillas de la carretera Santiago – San José.
Tienen una escuela llamada Ninfa Cabezas, pulperías y salón comunal, alcantarillados y agua, cuentan con una plaza de fútbol, teléfono público. Los habitantes tienen radio y televisión. Además poseen un templo católico y alumbrado eléctrico. (Ramírez 1996)
 

 Creencias de los Huetares en la Actualidad.
En este acápite vamos a mencionar que existe un libro de cuentos y poemas de Orlando Arroyo Valverde, que está dirigido hacia niños y niñas que se llama Tata Maruca. Se trata de cuentos supuestamente Huetares, que relata la vida y obra de una indígena chamánica llamada Tata Maruca, que tiene poderes mágicos, vive en el bosque y la gente la busca para resolver problemas, como el amor, ella se puede transformar en animales, y sirve de médium entre los vivos y los muertos, respeta la naturaleza y da a las personas muchos remedios naturales y rezos invocando a los antepasados indígenas. Lo que no sabemos es si estos relatos de verdad, tienen alguna veracidad histórica, o si el autor simplemente inventó que eran de tradición huetar, ya que solamente en su libro se mencionan dichas historias.
En el trabajo de Quesada Pacheco (1998) que se da a hacer entrevistas a los habitantes de Quitirrisí, les pregunta por algunas historias del pasado, es un pasado remoto pero no tan antiguo como los tiempos de la conquista, pero sí para desvincularse de su presente. Los indígenas las conocen pero las cuentan muy mal, pareciera que no tienen certeza de las cosas que cuenta, siempre son relatos muy vagos y desestructurados, que hacen referencia a un tiempo que no vivieron y que les pasó a otras personas.
Uno de esos relatos habla de un “brujo”, que curaba a los mordidos por culebras. Este personaje desnudaba a sus pacientes y les embarraba algún líquido y hacía sonar un pito. Además tenía una culebra grande de mascota que la utilizaba para estos ritos de curación.
Otra de estas historias es “Las tinajas con un líquido destructor” se trata de unas vasijas que supuestamente se encontraron después de llover mucho y la tierra se movió. Tenían agua azul por dentro que supuestamente podía corroer o deshacer, las piedras ablandándolas como masa. Ellos creen que se trataba de un líquido que tenían los indios antiguos para ablandar las piedras y trabajarlas, esta es la forma en la que explican las construcciones y figuras en piedra.
También se cuenta la leyenda de la cangreja, es un espíritu del bosque que vive en un cerro del mismo nombre que protege el bosque de los cazadores avariciosos, cuando éstos llegan los pierde con neblina, lluvia y rayería. Los cangrejos son considerados sagrados para los huetares, ya que según ellos los cangrejos son los que producen el agua al vivir en los cerros.
Igualmente creen en seres sobre naturales que solo aparecen en viernes santo como el alicornio, y la sirena o morada. Además está la leyenda del “dueño monte”. (Quesada Pacheco, 1996)
Otra leyenda que se cuenta es la de una mujer que tenía una serpiente que comía niños y llegó un héroe llamado carate que la mató.
“La Bruja Zárate”. Es otra leyenda en la que creen los huetares de Quitirrisí actuales. Se trata de una bruja que vivía en Aserrí, que se enamoró del gobernador, pero este la negó, y lo convirtió en un pavo real que lleva atado por un cable de oro, convirtió al pueblo en piedra, y se dice que les regala verduras a las personas que la buscan, pero les dice que no las vean durante el camino y cuando llegan a casa se ha convertido en oro.
“La laguna del volcán Barva” se dice que una expedición azteca llegó a territorios huetares, a recaudar tributos, ellos traían consigo una serpiente que donde fuera que la pusieran empezaba a brotar agua, se la regalaron a los huetares, pero éstos la rechazaron, y pidieron que se la llevaran, los mexicas cuando se fueron la dejaron en el volcán y es ahí donde apareció la laguna.
La leyenda de “la llorona” tiene también una versión que involucra a personajes indígenas huetares, se dice que una muchacha hija de un cacique se enamoró de un soldado español y tuvo un hijo, el padre al enterarse la maldijo y mató al soldado, por eso ella botó al niño al río y continúo vagando como un espanto.
Estas historias se cuentan por la noche, después de la comida, cuando la familia está sentada descansando, antes de dormir. Así m (Quesada Pacheco, 1999)
Por su parte Ramírez (1996) al entrevistar a los indígenas de Quitirrisí deja ver que existen dos tipos de enfermedades en las que ellos creen unas las físicas del cuerpo y otras del alma o espirituales, que para curarse se requiere piedras de curación y un consejero espiritual.
Este grupo huetar cree que existe otra vida después de la muerte y que para ello es necesario caminar mucho y sacrificarse. Piensan que ya muertos tienen que pasar por todos los lugares donde estuvieron en vida, y para ello les ponen en el ataúd fósforos, candelas, cigarros y ropa. (1996)
Se debe decir también, que al ser estos huetares actuales una sociedad bicultural, practican también ritos y creencias cristianas-católicas, propias del grupo mestizo dominante, como lo son los bautismos, los casamientos, y los quince años, además de que ellos van a misa religiosamente y leen la biblia.
A raíz de este proceso de adopción de patrones culturales que no son propios de ellos, es que ha surgido un proceso de etnogénesis que viene reforzar sus antiguas tradiciones y a incorporar las no autóctonas en una cosmología a la cual precisamente vamos a referirnos a continuación.
La cosmología Tatamama
Por cosmología de acuerdo con Ornat (2002) entendemos “el estudio del mundo o universo, sin precisar significación filosófica o científica. De este modo, la Cosmología dará respuesta a temas tan ontológicos como la conformación del Ser (Dios / dioses), el mundo, los seres creados por el primero y sus almas o partes materiales.
“la abuelita de papá era una curandera muy famosa (…) Ella decía que Dios era Cuárcano. Lo que no sé es si esa señora utilizaba a Cuárcamo como un dios de la medecina o un Ser Supremo (…) De ahí es que nace el asunto de Tatamama, porque la gente llama a los abuelitos tatita y a las abuelitas, mamita… Ahí comienza a venir lo que era la parte de la religión, pero antes, supongo, antes de esa religión espiritual, se quedó esa religión por la gente que llamábamos a nuestras abeulas mamita y a los abuelitos tatita viene lo de la religión de ahora” (Juan Sánchez, 2002 citado por Ornat, 2002).
Por lo tanto “Tatamama retoma la tradición animista al otorgar a los elementos de la naturaleza poder de acción y decisión sobre el transcurso del tiempo y las personas (sapos, tortuga, oso hormiguero, comadreja, máscaras, huesos, plantas, serpientes, culleo, pizote, armao, hormiga, zopilote).Dos dioses son los responsables de la vida y la muerte, aunque dependen de un Dios (Cuárcamo) para el que todas las personas son iguales, ya que el alma es similar para todo el mundo. No se hacen distinción entre huetares, quitirriseños, costarricenses u otras nacionalidades” (Ornat, 2002, p203).
“El dios Cuárcamo, como Ser Supremo, concede un alma similar a todos los seres humanos que deben actuar según su libre albedrío, siendo conscientes del juicio final, donde deberán responder de sus acciones ante Duaro y Duribio, quienes tendrán la decisión última sobre el futuro eterno de las almas, ya que su veredicto dependerá pasar al paraíso, lugar de espera ante una reencarnación futura, o al olvido de las almas, infierno que supondrá la muerte eterna” (Ornat, 2002, p204).
Se concede gran importancia a la familia que representa el pilar fundamental sobre el que se sustenta el armazón cosmológico. La familia siempre apoya a sus miembros y permanece unida en la lucha por el devenir cotidiano. Los Sanchez-Pérez conocen la necesidad de contar con la familia para desarrollar sus proyectos.

Duaro es el dios de la vida y Duribio el dios de la muerte eterna, tanto la vida como la muerte tiene una gran importancia en la cosmología Tatamaca.
El altar
 Juan Sánchez realiza viajes cada año a Canadá gracias a la ayuda de la Liga Maya. Estas estancias le permiten entrar en contacto con otros indígenas, conocer su cultura y aprehenderla para desarrollar la etnogénesis. Un elemento característico de la amalgama que envuelve a la etnogénesis  de la cultura huetar en Quitirrisí es el altar, primer elemento- en sentido cronológico que inicia el proceso etnogenético.
De acuerdo con Ornat (2002) “en el altar huetar se aprecian elementos de culturas nórdicas (estandarte con una águila enmarcada en un círculo formado por dientes de sierra), artefactos arqueológicos (metates, escultura en bulto redondo de un chamán y cabeza de otro, realizados los tres en piedra volcánica; cerámica polícroma de la región de Nicoya), máscaras borucas, palos de lluvia, jícaras, figurillas hechas de paja, un tambor, huesos humanos (cubitos y radios) y vértebras animales (de res y perezoso) y una piel de boa que demarca el altar. Tras la última visita de Juan Sánchez, en Julio de 2001, a Canadá, a lo ya existente se unieron plumas de aves norteamericanas, así como incensarios de culturas de las praderas, estas piezas de se encuentran dispersas por el rancho de curación.” p. 205.
El rancho: símbolo de vida y curación.
El rancho es de planta circular y techo cónico se ubica en un lote cercano a la casa de los Sánchez- Pérez. Para su construcción se emplearon materiales como el ciprés y la palma. El diámetro y la altura del rancho son de 15mts. El suelo es de tierra apisonada con el cual la curación tiene mayor efecto si el ritual se realiza en el suelo. (Ornat, 2002: 206).
Al igual que la casa cósmica talamanqueña tiene quince metros de diámetro y altura con 12 postes. El doce es múltiplo de cuatro, número sagrado para las poblaciones indígenas latinoamericanas. (Gonzales, 1989: 26).
“Son doce estacas, doce meses, representa enero, febrero, marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, noviembre y diciembre. El rancho está dividido en dos partes. Una parte espiritual y una parte física. La parte espiritual está construida por cinco componentes que son: la gestación, cuando estás en el vientre de su madre. Esa es otra parte que representa la niñez. Cuando usted ya es niño. Ésta otra representa la adolescencia, el joven. Y ésta representa a la persona mayor, que no es ni joven ni es niño ni es anciano, na más que una persona entre los cincuenta-sesenta años. Ésta otra parte representa la ancianez desde los sesenta ya se comienza a ser anciano. Son cinco ciclos (…) Nosotros tenemos que estar viviendo el ciclo que nos corresponda y no podemos vivir el ciclo que no estamos, por eso mucha gente, muchas personas mayores quieren vivir con muchachas jóvenes porque no saben que eso no puede suceder porque no están viviendo el ciclo que ellos viven. (…) Los años no existen, lo que existe son ciclos de mayor a menor. (…) Son cinco ciclos espirituales.” (Juan Sánchez, 2001 citado en Ornat, 2002: 207).
Con respecto a la parte física de acuerdo con Juan Sánchez se compone de siete ciclos físicos:
“De esta pate para aquí representa el cuerpo físico de las personas (…) Esta primera parte, verdad, representa la parte más importante de la persona, es la de los tobillos (…) rodillas (…) ésta, la cintura de nosotros; esta otra, (…) los hombres; esta, (…) los codos; esta otra, (…) las muñecas y ésta otra, la cabeza.
Nosotros tenemos cosas estériles, fijas. Cosas fijas y cosas que no son fijas y que son las que tienen que dar movimiento. (…) Es como cuando usted tiene una cosa, una instalación de agua de caza. En la casa hay una llave que cierra todos los grifos. Si quiere arreglar la cañería, usted cierra la llave y la arregla. Así, nosotros tenemos siete llaves físicas que dan salud al cuerpo (…)” (Juan Sánchez, 2001, citado en Ornat, 2002: 207).
Es así como dependiendo de la edad, la fecha de nacimiento y la dolencia, la curación tendrá un lugar determinado en el rancho. Juan Sánchez se considera el único depositario de los conocimientos esotéricos para llevar a cabo las curaciones, dado que según él, mantiene contactos con el más allá. (Ornat, 2002: 212)
Como mencionamos anteriormente el rancho de la religión Tatamama consta de doce postes, estos representan los doce meses del calendario gregoriano, a la vez estos reciben un nombre específico, los cuales de acuerdo con Ornat, 2002 son los siguientes:

Enero    Coyoqui
Febrero    Kokiba
Marzo    Quindo
Abril    Quirico
Mayo    Sabulón
Junio    Silián
Julio    Yackira
Agosto    Pachamama
Setiembre    Quirá
Octubre    Suma
Noviembre    Tiba
Diciembre    Sibu

El poste central del rancho de la cosmología Tatamama es asociado con la familia por lo que “coloca a esta institución social como un elemento clave para comprender las relaciones sociales entre los seguidores de la religión Tatamama. Los quitirriseños presentan una gran división social; una fragmentación que viene marcada por la unión de familias y el enfrentamiento entre ellas. Más que un reflejo de las creencias cosmológicas, la familia se presenta como un núcleo de ayuda y solidaridad en el seno de una comunidad en conflicto.

Conclusión
Durante mucho tiempo se ha invisibilizado  a los indígenas costarricenses, y en el pensamiento colectivo de los ticos se cree que somos una población blanca y heterogénea, negando una vez más el pasado indígena. Este tipo de mentalidades es lo que se debe corregir y modificar para un mejor entendimiento de nosotros mismos.
Del mismo modo los huetares fueron el grupo que más sufrió la aculturación en los ámbitos políticos, religiosos y económicos, cambiando totalmente su modo de vida. A este respecto Eugenia Ibarra es muy acertada al señalar lo siguiente:
 “Debido a que el poblamiento español se centró en esta región, la población huetar, junto con la chorotega, fue la que sufrió, de manera más directa, en el s. XVI, el impacto de la invasión española, tanto a través de la institución de la encomienda (reparto de indios llevados a cabo por Perafán de Rivera en 1569) como por efecto de las enfermedades nuevas que diezmaron la población” (Ibarra, 1999, citado en Ornat, 2002:46).
Se ha perdido mucho de su cultura indígena propia, y se ha adoptado la cultura nacional mestiza y campesina.
No perdemos la esperanza de que algún día aparezcan más documentos, como los de los misioneros franciscanos como Fray Pedro de Betanzos, Fray Agustín de Ceballos y Fray Juan Baptista que aprendieron la lengua huetar para dar catecismo a los huetares, ya que nos ayudarían a comprender mejor la antigüedad de Costa Rica, y la forma de vida del pueblo huetar

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http://www.mapoteca.geo.una.ac.cr/







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