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lunes, 25 de marzo de 2013

Los Huetares

Antes de la llegada de los Españoles al territorio de lo que hoy es Costa Rica, según Moreno (2006), citando a Quesada (1996) los huetares se asentaban en casi la totalidad del Valle Central, la provincia de Alajuela, Barva, y una porción de la Cordillera Volcánica Central hasta las llanuras de San Carlos. Lines (1940) señala que la cultura Huetar se localiza en las áreas del litoral Atlántico, las altiplanicies centrales y la cuenca del río Grande de Tárcoles.
De acuerdo con Quesada (citado en Ornat, 2002: 46) los huetares eran unos de los pueblos indígenas que se caracterizaba por una cierta unidad a la llegada de los españoles a esta región. Ocuparon, según la documentación colonial, prácticamente todo el Valle Central y gran parte de las tierras del litoral pacífico entre Chomes y la región de Parrita.
Es decir que los antiguos huetares ocuparon los territorios de lo que hoy son los cantones de Puriscal, Acosta, y Mora, Parrita, en Puntarenas. Y limitaban con los Quepos, los Chorotegas, los Botos, Talamancas, y Suerres. (Quesada Pacheco, 1996)
Garro (2008) afirma que los Huetares ocupaban el territorio de lo que hoy es actualmente el cantón de Mora, y que éste era dominio del Cacique Garabito, con asiento principal en Tabarcia. A principios de la conquista había un Cacique de nombre Coquiva, súbdito de Garabito, tenían un espíritu belicoso y pasaban en luchas con su vecino el Cacique Accerrí o Aczarrí. Garro (2008) continúa explicando que hacia finales del siglo XVI y principios del XVII, los españoles trasladaron el pueblo conocido como Pacacua o Pacaca, (Ciudad Real o lugar rodeado de aguas) ubicado en Tabarcia a un lugar plano nuevo, lo que se conoce hoy como Ciudad Colón.
Quesada Pacheco (1996) cita a Ibarra (1988) que señala que los huetares habitaban la cordillera de Tilarán hasta los Montes del Aguacate, éste territorio era del dominio del cacique Garabito. Por la parte norte habitaban la parte de las provincias de Alajuela y Heredia que se encuentran dentro del Valle Central, la Cordillera Volcánica Central hasta las llanuras de San Carlos.
Sabemos por los documentos históricos que la conquista del territorio de nuestro país por parte de los españoles se dio en dos etapas, una primera que va de 1522 al 1560 donde se realizaron viajes de exploración y unos pocos asentamientos alrededor de las costas y la segunda a partir de 1561 internándose en el valle central. En un principio la información que los españoles disponían del grupo huetar era muy escasa y se veía filtrada por medio de otros grupos indígenas que los rodeaban como los chorotegas, chomes y orotiñas. (Quesada Pacheco, 1996)
Hay que recordar que los huetares eran un pueblo numeroso que sometía a sus vecinos, e incluso los utilizaba como ofrendas en sacrificios humanos, lo que acrecentaba la visión de guerreros y sanguinarios que pudieran tener los españoles.
La conquista ocurre en 1561 según Quesada Pacheco (1998) a la llegada de los españoles los huetares eran el pueblo mayoritario, más poderoso y organizado su idioma se usaba de lengua franca entre los demás grupos indígenas.
Siguiendo a Lines (1940) es en 1522 cuando el Capitán Gil González de Avila realiza un viaje que va desde Panamá hasta Nicaragua atravesando lo que hoy es nuestro país, este personaje se internó por el valle de Tárcoles y conoció a un cacique de nombre Huetara, que vivía en lo que se llama hoy Orotina. Quesada Pacheco, 1996, concuerda con este autor en que la primera mención que se hace referente al grupo indígena en cuestión data de 1522, pero hay una pequeña variante en el nombre del Capitán, Gil González Dávila, este itinerario de viaje fue escrito por Andrés de Cereceda en dicho año. En algunos documentos se señala que el nombre del mencionado cacique era Huetara, y en otros Huetare.
Mas es en la segunda mención histórica a este grupo se hace en 1529, por un historiador colonial de nombre Gonzalo Fernández de Oviedo, y este los llama Güetares, dice que son mucha gente y que viven encima de las sierras de la Herradura. (Quesada Pacheco, 1996) De ahí viene el epónimo con el que conocemos hoy a este grupo indígena. Tal parece que este nombre se lo puso en mención del cacique de Pacaca (actual Tabarcia) de nombre huetara, por lo que nombró a todo el pueblo como huetares, y así quedó para la historia, sin conocer el nombre que ellos se daban a sí mismos.
Las incursiones de los españoles al Valle Central se dan cuarenta años después de la ocupación del Golfo de Nicoya, ya que en 1523 Francisco Hernández de Córdoba había fundado Villa Bruselas en la franja oriental del golfo.
De acuerdo con Ornat, (2002) el discurso que manejaban los conquistadores Vázquez de Coronado y Juan de Cavallón era el de descubrir, pacificar y poblar, con esta máxima como guía de actuación, en 1555 estaban dominados los indios de Chomes y Abangares, centros claves para el avance al territorio huetar. Con la llegada al interior del territorio se pretendía establecer un centro de población que sirviese para ejecutar las incursiones hacia otras zonas, por ejemplo: Castillo de Garcimuñoz, fundado entre las poblaciones de los huetares y el Guarco.
Es así como la conquista efectiva del Valle Central se lleva a cabo bajo la figura de Vásquez de Coronado, quien fue nombrado Alcalde Mayor de Costa Rica y Nueva Cartago el dos de abril de 1562, en ese mismo año este informa que entre los pueblos que sirven a los españoles se encontraban Pacaca, Taribu, Accerri, Puririce, Corcoc, Cot, Oroci, el Abra y Toyopac (Ornat, 2002: 50).
Tanto las deudas como el escaso oro encontrado forzaron a Juan Vásquez de Coronado a realizar un viaje a España para conseguir reconocimientos. Fue ascendido a gobernador vitalicio. Pero todo ello se disiparía con su muerte en alta mar, de regreso a Costa Rica, acaecida en 1565. A raíz de ello el 19 de julio de 1566, el rey Felipe II nombró gobernador de la provincia a un hermano del Duque de Alcalá, virrey de Nápoles, llamado Perafán de Ribera (Ornat, 2002: 59).
A la llegada de los españoles el territorio de los huetares se encontraba dividido en provincias, según datos de Juan Dávila en 1566. (Quesada Pachecho, 1996). Cada provincia tenía un cacique mayor. Para 1560 al arribo de los españoles, el pueblo huetar estaba dividido en dos provincias, la provincia de Coyoche o Garabito era dirigida por el cacique mayor Garabito. Tal parece que este nombre fue heredado de Andrés de Garabito, conquistador español, que llegó antes de Juan de Cavallón, según el padre Estrada Rávago que dejó la cita en 1572. Llama la atención que se cambiara de nombre tan temprano durante la conquista, se sabe que los indios fueron obligados a utilizar nombres cristianos, tal vez esto fue una estrategia para confundir o porque les gustaba los nombres extraños. Dicha provincia se encontraba al occidente del río Virilla, y se les conoce como los huetares de occidente.
A parte del cacicazgo de Garabito, existía otro en el Guarco, en la sección oriental del Valle Central, y como límite tenían el río Virilla, ésta es la segunda provincia de oriente.
Los diferentes cacicazgos huetares se agrupaban en señoríos, unidades sociopolíticas de fuerte cohesión y de mayores dimensiones que el cacicazgo (Ornat, 2002: 48).
La función del cacique es la de ser redistribuidor de bienes y ejercer un función organizativa (política), religiosa y militar. El pueblo, entendido como colectividad, realiza servicios para él (beneficio comunitario: conservación y construcción de estructuras necesarias para las actividades productivas y el intercambio; siembra y recolección de las tierras comunales…) y, a cambio, reciben el tributo que el cacique le otorgaba. (Ornat, 2002).
El territorio que habitan los quitirriseños permaneció al cacicazgo de Pacaca, ubicado en el área occidental del Valle Central. El asentamiento principal se localizaba en el actual distrito de Tabarcia del Cantón de Mora. El territorio que abarca se extendía entre los ríos Jaris, Jarco, Tabarcia, Pacacua y Picagres, al sur del río Virilla. Su situación estratégica le permitía controlar las rutas que venían de la costa del Pacífico, de Chomes y de Quepo (Ibarra, 1990 citado por Ornat, 2002: 47).
Moreno (2006) citando a Ornat (2002) afirma que los huetares de quitirrisí pertenecían al cacicazgo de Pacaca y la posesión de la tierra era comunitaria. Durante la colonia (1568 - 1821) los españoles se encargaron de desestructurar la forma de vida huetar, y de despojarlos de sus tierras, además de esclavizarlos, sometiéndolos a extenuantes jornadas de trabajo y privándoles de su modo de vida, razón por la cual hubo una disminución significativa de la población originaria. Para el año 1611 los indígenas constituían el 96% de la población, para 1700 disminuyeron al 43%. Así es como el cerro de Quitirrisí se contituyó en un lugar de refugio para los indígenas que escapaban de manos españolas.
Siguiendo a Ornat (2002), Moreno (2006) nos explica que para 1821, fecha en que llega la independencia a Costa Rica, los indios tenían participación política. En 1835 Braulio Carrillo tomó el poder y trató de privatizar las tierras indígenas, lo que le generó una fuerte oposición y debilitó los municipios indígenas. El país se dividió en provincias y cantones, y esto provocó que los indígenas se refugiaran en el territorio de Pacaca, región ocupada por los mismos.
Se interpreta como la última avanzada expansionista o arrinconamiento, hacia finales del siglo XIX y principios del XX, por parte de un grupo de familias de la comunidad de Quitirrisí de Mora y otras de Puriscal que se desplazaron a la zona limítrofe entre San José y Parrita en Puntarenas y fundaron pueblos como Zapatón, Bajo del Rey y Concepción. Además de San Gerardo de Parrita y Cerritos y el Nene en Aguirre.
 

 Modo de vida de los Huetares históricos.
El cacicazgo de Pacaca, al igual que el resto de cacicazgos costarricenses, se caracteriza por un modo de vida semicultor- distribuidor. La agricultura era la actividad económica principal. La posesión de la tierra era comunitaria. Se asignaba un lote a cada familia, además de contar con un huerto cerca de sus viviendas para abastecerse de los productos de primera necesidad (Fonseca, 1998 citado en Ornat, 2002: 49).
En el cacicazgo de Pacaca, los indígenas explotaban los recursos naturales como plantas que los proveían de fibras, alimentos, recipientes, tintas, estimulantes, abrigo y medicina. Los animales silvestres como la danta, el venado, el armadillo, el tepezcuintle, la iguana, el mono eran parte de la dieta (Herrera, 1975 citado en Ornat, 2002: 49).
Según Moreno (2006), citando a Quesada (1996), las viviendas eran de forma circular, donde probablemente vivían las familias nucleares y extensas y se encontraban muy alejadas unas de otras. Practicaban la agricultura, la pesca, la recolección de frutos, la casa y la domesticación de animales.
Fray Agustín de Ceballos, citado por Quesada Pacheco (1998, p. 184) nos dice que en 1610 los indios llevaban jabalíes, o saínos que eran mansos y los seguían a todas partes como perrillos.
Por el noroeste comerciaban con los chorotegas, chomes, y corobicíes, pero también los capturaban para sacrificios. Por la Vertiente Atlántica limitaban con los indios suerres, pococís, cabécares, y bribris, con éstos últimos no tenían problemas y por el contrario eran amigos y los huetares los ayudaron en la batalla contra los españoles. Los huetares tenían bajo su esfera de control a los tices, catapas, botos, vecinos por el norte, eran súbditos y tributaban al cacique Garabito. La relación que tenían con los vecinos del sur los quepo y los turucacas era la peor de todas, éstos últimos se robaban las mujeres e hijos, y los bienes de los huetares y vivían en continua guerra, los huetares pidieron ayuda a los españoles para derrotarlos en varias ocasiones. (Quesada Pacheco, 1996)
Se calcula que a la llegada de los españoles la nación huetar rondaba los veinte mil habitantes, según fuentes coloniales, pero igualmente esta cifra está muy contrastada con otras fuentes coloniales, que indican que eran alrededor de cuatro mil habitantes. De cualquier manera se sabe que entre 1569 y 1607 cuando se realizaron las reparticiones de indios, el número que fuera disminuyó. De cualquier forma, Quesada Pacheco, 1996, cita a Ibarra, 1990 en el sentido de que se acepta la cifra total de pobladores de Costa Rica para comienzos del siglo XVI en 400.000 habitantes, lo que para 1569 se considera que eran 120.000 y ya para 1611 tan solo 10.000 indios.
Los sitios Guayabo y Las Mercedes, de tradición huetar, cuyas viviendas pudieron ser de tipo circular cónico de influencia sudamericana, pero también rectangulares de influencia mesoamericana, además de calzadas y espacios ceremoniales. Los huetares vivían en casas dispersas y apartadas unas de otras, en familias extendidas, o ampliadas. (Quesada Pacheco, 1996) Los caciques tenían más de una vivienda, tal es el caso de Fernando Correque, cacique mayor del Guarco. Las viviendas se dividen en dos espacios la cocina y los dormitorios. Del mismo modo existían caminos que comunicaban a las comunidades indígenas.
Los diversos objetos de cocina que se encuentran en el Museo Nacional dan cuenta del estilo de vida de estos pobladores, además dormían en petates. No se hace mención de que durmieran en hamacas.
Este pueblo se dedicaba a la agricultura de semillas, raíces y tala y quema, además de recolectores, en sitios como el Guarco, consumían miel en Accerri, así como pescados, cazaban saínos, venados, e iguanas entre otras. Realizaban vestidos de fibras vegetales como el algodón y el tule. Esto último es importante ya que, a diferencia de otros grupos originarios a la llegada de los españoles al continente, quienes se asombraron y sentían repulsión por ver a los indios desnudos, los huetares si utilizaban trajes y mantas hechas de algodón, evidencia de esto son los husos que se conservan en el Museo Nacional, además de adornos corporales de oro. Los mismos españoles dicen que tenían buenas ropas. Así mismo es de notar que rápidamente dejaron su atuendo tradicional para adoptar el modo de vestir español. Otro tema importante es el uso de oro como adorno, en dijes de collares, aretes y pecheras. Además se pintaban el cuerpo por lo menos cuando iban a la guerra. Utilizaron madera de pejibaye para hacer lanzas y flechas. (Quesada Pacheco, 1996)
Así pues, sabemos que en 1544, los huetares de Tayutic, se unieron a los indios de Suerre, contra el grupo de españoles encabezado por el gobernador Diego Gutiérrez. Los indios hacían mucho ruido y gritos, con instrumentos de viento y percusión, iban adornados con plumas y oro, y pintados, utilizaban piedras, macanas y lanzas, había jefes y soldados, y cuando vencían, cortaban la cabeza, pies y manos y se los llevaban como trofeos. Como le sucedió a dicho gobernador. Entre los objetos que se llevaban están las armas de los españoles, como sucedió en la rebelión de Atirro de 1564.
Quesada Pacheco, 1996; asegura que no practicaban la antropofagia, por dos testimonios de los conquistadores, Andrés de Cerreceda en 1522 afirma que a partir del territorio de los Chorotegas si se practicaba la antropofagia, pero que los huetares no. Luego Pedro de Gallegos en 1570, también lo afirma. Además de que no se sacrificaban entre sí su propia gente.
Los huetares utilizaron sonajeros, silbatos, ocarinas, y tambores, los cuales se utilizaban por lo menos para ir a la guerra. Algunos tenían formas de animales. Los tambores se confeccionaban con piel de iguana o de chancho de monte. Las ocarinas eran de piedra y de diferentes tamaños.
El uso de la cerámica era parte de la vida cotidiana huetar, tanto en tazones, tinajas, vasijas, algunos eran pintados, y otros tenían formas de animales, donde predomina la figura de lagarto. Así mismo la piedra se trabajó para confeccionar hachas, y manos de moler, a veces en forma de animales o antropomorfas, ejemplares de estos se pueden apreciar en el Museo Nacional. (Quesada Pacheco, 1996)
Los huetares practicaban el trueque entre ellos mismos y con etnias, como los talamancas con quienes intercambiaban dantas y saínos por piezas de oro, esclavos y ropas de algodón. Tal parece que existían centros de redistribución de los cuales Guayabo pudo haber sido uno de ellos. Pero además desde el principio de la conquista los huetares empezaron a comerciar con los mismos españoles. (Quesada Pacheco, 1996)

 Creencias de los Huetares Antiguos.
Nuevamente a falta de registros históricos sobre las creencias, mitología y prácticas religiosas del grupo de estudio, este capítulo tiene esas mismas carencias. Sabemos que los españoles se toparon con un grupo indígenas rico en todo este tipo de manifestaciones culturales, más por temor, desconocimiento, desinteres, o bien, porque era su misión despedazar ese tipo de creencias e implantar su religión cristiana, no registraron, ni se preocuparon por describir dichas prácticas, se sabe un poco sobre los ritos de enterramientos, y se puede inferir a partir de su arte (esculturas, adornos corporales en oro, vasijas y otros restos materiales) algunos aspectos de su cosmovisión de los cuales rescatamos los que se detallan a continuación.
Lines (1940) afirma que los huetares adoraban a los astros y realizaban sacrificios humanos en cada luna llena. De igual forma se cree que las cabezas retratos, esculturas hechas en piedra, tratan de representar a sus líderes o antepasados muertos, como forma de culto y veneración. Existen animales que son recurrentes en el arte huetar lo que da a entender que eran sagrados o cumplían alguna función importante en la cosmogonía como lo son el lagarto, la serpiente, el mono y el jaguar.
En cuanto a los enterramientos, se hacían en dos fases: la primera, cuando un cacique moría el cuerpo era pintado con colorantes, lo embalsamaban con resina de caraña, y se lo envolvía en grandes hojas, se enrollaba el cuerpo en una manta, se le colocaba su diadema de plumas, los collares de piedras semipreciosas, y de oro, así como las armas. Se lo llevaba en procesión desde su casa hasta un lugar retirado en la montaña, montado en una vara. Se dejaba el cuerpo colgando durante mucho tiempo. La segunda fase se realizaba cuando el cadáver se había secado y solo quedaban los huesos, se retiraba el cuerpo hacia la aldea, y se le recibía con una fiesta con comida y chicha. Se desenvolvía el cadáver, se cantaba las hazañas del cacique. Se acomodaban los huesos del difunto de forma natural, y se envolvían de nuevo en mantas, la fiesta duraba tres días y tres noches, al final llevaban el cuerpo en una vara para ir a enterrarlo en el panteón sagrado, en esa procesión se iba dejando un hilo para que el alma del difunto siguiera el camino, el esqueleto se depositaba boca abajo, se sacrificaba una guacamaya y se le cortaba la cabeza que se colocaba sobre la cabeza del difunto. Los objetos de lujo que los familiares traían de ofrenda eran marcados y se tiraban en la fosa fúnebre. Y así acababa el enterramiento. (Lines, 1940)
Del mismo modo sabemos que Juan Vásquez de Coronado, presenció el funeral del hermano del cacique Tuarco en el valle de Candelaria, cerca de Aserrí. Se relata que encontraron a dicho cacique borracho, y a un indio muerto envuelto en cantidad de mantas, con oro y otras cosas. Y cuatro días antes habían matado a cuatro o seis muchachos para enterrarlos con el difunto, porque esta era la costumbre. (Quesada Pacheco, 1996)
Este tipo de entierro secundario parece ser común entre los indios cabécares, bribris, y talamancas. Se puede inferir que creían en la inmortalidad del alma y que ésta va a otro mundo donde llegan a necesitar de sus pertenencias y hasta de sus sirvientes.
Se sabe por fuentes coloniales que los huetares practicaban tres tipos de bailes en diferentes ocasiones como: 1) bailes donde participaban muchas personas, con coros, y se hacían representaciones dramáticas. 2) bailes celebrados antes de ir al combate, como los que se realizaban para ir a luchar contra los quepos, con quienes siempre estaban en guerra. 3) bailes para ceremonias religiosas. (Quesada Pacheco, 1996)
Los sacrificios humanos se realizaban con fines bélicos contra los enemigos, cortando la cabeza del enemigo para adquirir prestigio y usarla de trofeo. Luego en los rituales funerarios se sacrificaba a los esclavos de un principal, mayoritariamente mujeres. Además de los esclavos y prisioneros capturados en guerra. Así los chorotegas y los botos eran víctimas frecuentes de estos sacrificios, de igual forma que los españoles, con quienes se tenía relaciones tensas. Pero sabemos que no se sacrificaba a miembros de su propia etnia, y que no practicaban la antropofagia.
Sitios como Guayabo de Turrialba, que dan cuenta de montículos, plazas, basamentos circulares, petroglifos, calzadas y diversos artefactos, demuestran que la religión representaba un papel importante para esta sociedad, ya que este sitio da la impresión de ser un lugar sagrado. Los huetares fueron los primeros en ser cristianizados, amén de que los españoles no se molestaron en describir, ni registrar los ritos, y aspectos religiosos de los huetares. Se pueden inferir de los hallazgos arqueológicos algunos aspectos de la religión como la práctica del chamanismo, bastones y algunas piedras dan muestra de esto. Todavía bien entrado el siglo XVII, los indios del valle Central, eran reacios de ir a misa y practicar los ritos cristianos. (Quesada Pacheco, 1996)
Por otra parte el consumo de chicha, tal vez pudo tener fines rituales.
 

 Los Huetares en la Actualidad.
Los primeros pobladores de Quitirrisí datan de 1860, año en que tomaron esas tierras provenientes de Pacaca en el Valle Central. Se tuvieron que trasladar 14 kilómetros al sur ya que, el Estado los despojó de sus tierras para usarlas para ganadería. (Ramírez 1996) Es hasta 1939 según Ornat (2002) citado por Moreno (2006) que el Estado se interesa por lo aborígenes dándoles derechos sobre las tierras a través de la Ley General de Terrenos Baldíos y en 1945 Costa Rica participa en la Junta de Protección de las Razas Aborígenes, y se aprueba el Convenio 107 de la OIT en 1959. La Ley General de Terrenos Baldíos, se deroga en 1961. En 1973 se funda la Comisión Nacional de Asuntos Indígenas (CONAI). La reserva indígena Huetar de Quitirrisí fue establecida por Decreto Ejecutivo No. 6036-G “La Gaceta” No. 113 del 12 de junio de 1976, decisión arbitraria según Quesada (1986) citado por Ornat (2002) ya que en otras regiones se observa mayor expresión de descendencia indígena. Existe una Asociación de Desarrollo Comunal y una Asociación Pro-Rescate de la Cultura Huetar (Ley 218). (Ramírez 1996)
Los Huetares de la actualidad se encuentran en: Quitirrisí, Tabarcia, Morado, Ticufres, Guayabo y Jaris en el Cantón de Mora. La Candelaria, Polca, Bajo el Quivel, Alto Limón, Zapatón, y Bocana en el cantón de Puriscal. Cerro Nene y Cerritos en el cantón de Aguirre, y algunos focos en Parrita. Solamente las comunidades de Quitirrisí y Zapatón son reservas indígenas. (Quesada 1996 y 1998).
La reserva de Quitirrisí se encuentra en San José, en el cantón de Mora, en el distrito Colón a 25 kilómetros de San José, carretera a Puriscal y a 10 kilómetros de Ciudad Colón. Colinda con Guayabo, Tabarcia y Mora. La reserva se divide en varios caseríos como: Quitirrisí centro, Alto Quitirrisí, Barrio San Juan, Barrio Cañas, Calle el Guarco, San Martín. Tiene una extensión de 2.660 hectáreas. Y la reserva propiamente dicha un área de 963 hectáreas (Ramírez 1996)
Según el indígena Juan Sánchez la palabra Quitirrisí significa: “Lugar de la quebrada de los pericos”. (Ramírez 1996)
 

 Modo de vida de los Huetares actuales.
La Investigación de Moreno (2006) indica que la cercanía de la reserva de Quitirrisí con San José, favorece la aculturación, ya que los pobladores de la reserva buscan empleo en la capital. Así mismo de los estudios realizados por Bozzoli en 1969 y 1973, los indígenas de Quitirrisí no expresaban ascendencia indígena, más en 1986 sí tenían conciencia de su ascendencia indígena lo que da muestra de un proceso de etnogénesis a lo interno de la reserva indígena.
Algunas de las tradiciones que conservan y refuerzan su identidad son: Trabajos textiles, obtención de tintes, elaboración de comidas y bebidas, ollas de barro, vasijas, tinajas, recipientes de jícaro, escoba tradicional y canastos, elaboran piedras de moler, artesanías, que venden en la carretera hacia Puriscal, como modo de ganarse la vida. De la investigación de Garro (2008) se desprende que: algunas de las artesanías que venden son traídas de Nicaragua pues, para ellos es más rentable económicamente exportarlas y revenderlas que elaborar por sí mismos las artesanías. (p. 89-90)
Las personas de Quitirrisí son biculturales. Algunas de sus tradiciones han variado con el paso de los años y por estar expuestos al proceso de aculturación, por ejemplo: las viviendas son de cemento, madera y zinc, existen muy pocas viviendas tradicionales de varilla o bambú.
En cuanto a su religión se ha absorbido la evangelización cristiana. Practicas los matrimonios católicos y los bautizos.
Tradiciones que conservan todavía son: la fiesta del maíz, venta de plantas medicinales, pero no creen mucho en ellas, les da miedo usarlas para sí mismos, y algunas comidas especiales, como la chicha, el arracache, chorreadas, elotes; se toca la marimba y mascaradas.
En Quesada Pacheco (1998) se afirma que los abuelos de los habitantes de Quitirrisí, consumían: carne de saíno, guatusas, venado, gallinas de monte, tepezcuinte. Además de maíz, frijol, arroz, palmito y verduras como el itabo, el chayote y el ayote. También practican la caza y la pesca. Pero estas últimas son actividades que cuentan que sus ancestros hacían, más en la actualidad, se practica muy poco.
La población joven trabaja en fábricas en Villa Colón y San José, también venden frutas a orillas de la carretera Santiago – San José.
Tienen una escuela llamada Ninfa Cabezas, pulperías y salón comunal, alcantarillados y agua, cuentan con una plaza de fútbol, teléfono público. Los habitantes tienen radio y televisión. Además poseen un templo católico y alumbrado eléctrico. (Ramírez 1996)
 

 Creencias de los Huetares en la Actualidad.
En este acápite vamos a mencionar que existe un libro de cuentos y poemas de Orlando Arroyo Valverde, que está dirigido hacia niños y niñas que se llama Tata Maruca. Se trata de cuentos supuestamente Huetares, que relata la vida y obra de una indígena chamánica llamada Tata Maruca, que tiene poderes mágicos, vive en el bosque y la gente la busca para resolver problemas, como el amor, ella se puede transformar en animales, y sirve de médium entre los vivos y los muertos, respeta la naturaleza y da a las personas muchos remedios naturales y rezos invocando a los antepasados indígenas. Lo que no sabemos es si estos relatos de verdad, tienen alguna veracidad histórica, o si el autor simplemente inventó que eran de tradición huetar, ya que solamente en su libro se mencionan dichas historias.
En el trabajo de Quesada Pacheco (1998) que se da a hacer entrevistas a los habitantes de Quitirrisí, les pregunta por algunas historias del pasado, es un pasado remoto pero no tan antiguo como los tiempos de la conquista, pero sí para desvincularse de su presente. Los indígenas las conocen pero las cuentan muy mal, pareciera que no tienen certeza de las cosas que cuenta, siempre son relatos muy vagos y desestructurados, que hacen referencia a un tiempo que no vivieron y que les pasó a otras personas.
Uno de esos relatos habla de un “brujo”, que curaba a los mordidos por culebras. Este personaje desnudaba a sus pacientes y les embarraba algún líquido y hacía sonar un pito. Además tenía una culebra grande de mascota que la utilizaba para estos ritos de curación.
Otra de estas historias es “Las tinajas con un líquido destructor” se trata de unas vasijas que supuestamente se encontraron después de llover mucho y la tierra se movió. Tenían agua azul por dentro que supuestamente podía corroer o deshacer, las piedras ablandándolas como masa. Ellos creen que se trataba de un líquido que tenían los indios antiguos para ablandar las piedras y trabajarlas, esta es la forma en la que explican las construcciones y figuras en piedra.
También se cuenta la leyenda de la cangreja, es un espíritu del bosque que vive en un cerro del mismo nombre que protege el bosque de los cazadores avariciosos, cuando éstos llegan los pierde con neblina, lluvia y rayería. Los cangrejos son considerados sagrados para los huetares, ya que según ellos los cangrejos son los que producen el agua al vivir en los cerros.
Igualmente creen en seres sobre naturales que solo aparecen en viernes santo como el alicornio, y la sirena o morada. Además está la leyenda del “dueño monte”. (Quesada Pacheco, 1996)
Otra leyenda que se cuenta es la de una mujer que tenía una serpiente que comía niños y llegó un héroe llamado carate que la mató.
“La Bruja Zárate”. Es otra leyenda en la que creen los huetares de Quitirrisí actuales. Se trata de una bruja que vivía en Aserrí, que se enamoró del gobernador, pero este la negó, y lo convirtió en un pavo real que lleva atado por un cable de oro, convirtió al pueblo en piedra, y se dice que les regala verduras a las personas que la buscan, pero les dice que no las vean durante el camino y cuando llegan a casa se ha convertido en oro.
“La laguna del volcán Barva” se dice que una expedición azteca llegó a territorios huetares, a recaudar tributos, ellos traían consigo una serpiente que donde fuera que la pusieran empezaba a brotar agua, se la regalaron a los huetares, pero éstos la rechazaron, y pidieron que se la llevaran, los mexicas cuando se fueron la dejaron en el volcán y es ahí donde apareció la laguna.
La leyenda de “la llorona” tiene también una versión que involucra a personajes indígenas huetares, se dice que una muchacha hija de un cacique se enamoró de un soldado español y tuvo un hijo, el padre al enterarse la maldijo y mató al soldado, por eso ella botó al niño al río y continúo vagando como un espanto.
Estas historias se cuentan por la noche, después de la comida, cuando la familia está sentada descansando, antes de dormir. Así m (Quesada Pacheco, 1999)
Por su parte Ramírez (1996) al entrevistar a los indígenas de Quitirrisí deja ver que existen dos tipos de enfermedades en las que ellos creen unas las físicas del cuerpo y otras del alma o espirituales, que para curarse se requiere piedras de curación y un consejero espiritual.
Este grupo huetar cree que existe otra vida después de la muerte y que para ello es necesario caminar mucho y sacrificarse. Piensan que ya muertos tienen que pasar por todos los lugares donde estuvieron en vida, y para ello les ponen en el ataúd fósforos, candelas, cigarros y ropa. (1996)
Se debe decir también, que al ser estos huetares actuales una sociedad bicultural, practican también ritos y creencias cristianas-católicas, propias del grupo mestizo dominante, como lo son los bautismos, los casamientos, y los quince años, además de que ellos van a misa religiosamente y leen la biblia.
A raíz de este proceso de adopción de patrones culturales que no son propios de ellos, es que ha surgido un proceso de etnogénesis que viene reforzar sus antiguas tradiciones y a incorporar las no autóctonas en una cosmología a la cual precisamente vamos a referirnos a continuación.
La cosmología Tatamama
Por cosmología de acuerdo con Ornat (2002) entendemos “el estudio del mundo o universo, sin precisar significación filosófica o científica. De este modo, la Cosmología dará respuesta a temas tan ontológicos como la conformación del Ser (Dios / dioses), el mundo, los seres creados por el primero y sus almas o partes materiales.
“la abuelita de papá era una curandera muy famosa (…) Ella decía que Dios era Cuárcano. Lo que no sé es si esa señora utilizaba a Cuárcamo como un dios de la medecina o un Ser Supremo (…) De ahí es que nace el asunto de Tatamama, porque la gente llama a los abuelitos tatita y a las abuelitas, mamita… Ahí comienza a venir lo que era la parte de la religión, pero antes, supongo, antes de esa religión espiritual, se quedó esa religión por la gente que llamábamos a nuestras abeulas mamita y a los abuelitos tatita viene lo de la religión de ahora” (Juan Sánchez, 2002 citado por Ornat, 2002).
Por lo tanto “Tatamama retoma la tradición animista al otorgar a los elementos de la naturaleza poder de acción y decisión sobre el transcurso del tiempo y las personas (sapos, tortuga, oso hormiguero, comadreja, máscaras, huesos, plantas, serpientes, culleo, pizote, armao, hormiga, zopilote).Dos dioses son los responsables de la vida y la muerte, aunque dependen de un Dios (Cuárcamo) para el que todas las personas son iguales, ya que el alma es similar para todo el mundo. No se hacen distinción entre huetares, quitirriseños, costarricenses u otras nacionalidades” (Ornat, 2002, p203).
“El dios Cuárcamo, como Ser Supremo, concede un alma similar a todos los seres humanos que deben actuar según su libre albedrío, siendo conscientes del juicio final, donde deberán responder de sus acciones ante Duaro y Duribio, quienes tendrán la decisión última sobre el futuro eterno de las almas, ya que su veredicto dependerá pasar al paraíso, lugar de espera ante una reencarnación futura, o al olvido de las almas, infierno que supondrá la muerte eterna” (Ornat, 2002, p204).
Se concede gran importancia a la familia que representa el pilar fundamental sobre el que se sustenta el armazón cosmológico. La familia siempre apoya a sus miembros y permanece unida en la lucha por el devenir cotidiano. Los Sanchez-Pérez conocen la necesidad de contar con la familia para desarrollar sus proyectos.

Duaro es el dios de la vida y Duribio el dios de la muerte eterna, tanto la vida como la muerte tiene una gran importancia en la cosmología Tatamaca.
El altar
 Juan Sánchez realiza viajes cada año a Canadá gracias a la ayuda de la Liga Maya. Estas estancias le permiten entrar en contacto con otros indígenas, conocer su cultura y aprehenderla para desarrollar la etnogénesis. Un elemento característico de la amalgama que envuelve a la etnogénesis  de la cultura huetar en Quitirrisí es el altar, primer elemento- en sentido cronológico que inicia el proceso etnogenético.
De acuerdo con Ornat (2002) “en el altar huetar se aprecian elementos de culturas nórdicas (estandarte con una águila enmarcada en un círculo formado por dientes de sierra), artefactos arqueológicos (metates, escultura en bulto redondo de un chamán y cabeza de otro, realizados los tres en piedra volcánica; cerámica polícroma de la región de Nicoya), máscaras borucas, palos de lluvia, jícaras, figurillas hechas de paja, un tambor, huesos humanos (cubitos y radios) y vértebras animales (de res y perezoso) y una piel de boa que demarca el altar. Tras la última visita de Juan Sánchez, en Julio de 2001, a Canadá, a lo ya existente se unieron plumas de aves norteamericanas, así como incensarios de culturas de las praderas, estas piezas de se encuentran dispersas por el rancho de curación.” p. 205.
El rancho: símbolo de vida y curación.
El rancho es de planta circular y techo cónico se ubica en un lote cercano a la casa de los Sánchez- Pérez. Para su construcción se emplearon materiales como el ciprés y la palma. El diámetro y la altura del rancho son de 15mts. El suelo es de tierra apisonada con el cual la curación tiene mayor efecto si el ritual se realiza en el suelo. (Ornat, 2002: 206).
Al igual que la casa cósmica talamanqueña tiene quince metros de diámetro y altura con 12 postes. El doce es múltiplo de cuatro, número sagrado para las poblaciones indígenas latinoamericanas. (Gonzales, 1989: 26).
“Son doce estacas, doce meses, representa enero, febrero, marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, noviembre y diciembre. El rancho está dividido en dos partes. Una parte espiritual y una parte física. La parte espiritual está construida por cinco componentes que son: la gestación, cuando estás en el vientre de su madre. Esa es otra parte que representa la niñez. Cuando usted ya es niño. Ésta otra representa la adolescencia, el joven. Y ésta representa a la persona mayor, que no es ni joven ni es niño ni es anciano, na más que una persona entre los cincuenta-sesenta años. Ésta otra parte representa la ancianez desde los sesenta ya se comienza a ser anciano. Son cinco ciclos (…) Nosotros tenemos que estar viviendo el ciclo que nos corresponda y no podemos vivir el ciclo que no estamos, por eso mucha gente, muchas personas mayores quieren vivir con muchachas jóvenes porque no saben que eso no puede suceder porque no están viviendo el ciclo que ellos viven. (…) Los años no existen, lo que existe son ciclos de mayor a menor. (…) Son cinco ciclos espirituales.” (Juan Sánchez, 2001 citado en Ornat, 2002: 207).
Con respecto a la parte física de acuerdo con Juan Sánchez se compone de siete ciclos físicos:
“De esta pate para aquí representa el cuerpo físico de las personas (…) Esta primera parte, verdad, representa la parte más importante de la persona, es la de los tobillos (…) rodillas (…) ésta, la cintura de nosotros; esta otra, (…) los hombres; esta, (…) los codos; esta otra, (…) las muñecas y ésta otra, la cabeza.
Nosotros tenemos cosas estériles, fijas. Cosas fijas y cosas que no son fijas y que son las que tienen que dar movimiento. (…) Es como cuando usted tiene una cosa, una instalación de agua de caza. En la casa hay una llave que cierra todos los grifos. Si quiere arreglar la cañería, usted cierra la llave y la arregla. Así, nosotros tenemos siete llaves físicas que dan salud al cuerpo (…)” (Juan Sánchez, 2001, citado en Ornat, 2002: 207).
Es así como dependiendo de la edad, la fecha de nacimiento y la dolencia, la curación tendrá un lugar determinado en el rancho. Juan Sánchez se considera el único depositario de los conocimientos esotéricos para llevar a cabo las curaciones, dado que según él, mantiene contactos con el más allá. (Ornat, 2002: 212)
Como mencionamos anteriormente el rancho de la religión Tatamama consta de doce postes, estos representan los doce meses del calendario gregoriano, a la vez estos reciben un nombre específico, los cuales de acuerdo con Ornat, 2002 son los siguientes:

Enero    Coyoqui
Febrero    Kokiba
Marzo    Quindo
Abril    Quirico
Mayo    Sabulón
Junio    Silián
Julio    Yackira
Agosto    Pachamama
Setiembre    Quirá
Octubre    Suma
Noviembre    Tiba
Diciembre    Sibu

El poste central del rancho de la cosmología Tatamama es asociado con la familia por lo que “coloca a esta institución social como un elemento clave para comprender las relaciones sociales entre los seguidores de la religión Tatamama. Los quitirriseños presentan una gran división social; una fragmentación que viene marcada por la unión de familias y el enfrentamiento entre ellas. Más que un reflejo de las creencias cosmológicas, la familia se presenta como un núcleo de ayuda y solidaridad en el seno de una comunidad en conflicto.

Conclusión
Durante mucho tiempo se ha invisibilizado  a los indígenas costarricenses, y en el pensamiento colectivo de los ticos se cree que somos una población blanca y heterogénea, negando una vez más el pasado indígena. Este tipo de mentalidades es lo que se debe corregir y modificar para un mejor entendimiento de nosotros mismos.
Del mismo modo los huetares fueron el grupo que más sufrió la aculturación en los ámbitos políticos, religiosos y económicos, cambiando totalmente su modo de vida. A este respecto Eugenia Ibarra es muy acertada al señalar lo siguiente:
 “Debido a que el poblamiento español se centró en esta región, la población huetar, junto con la chorotega, fue la que sufrió, de manera más directa, en el s. XVI, el impacto de la invasión española, tanto a través de la institución de la encomienda (reparto de indios llevados a cabo por Perafán de Rivera en 1569) como por efecto de las enfermedades nuevas que diezmaron la población” (Ibarra, 1999, citado en Ornat, 2002:46).
Se ha perdido mucho de su cultura indígena propia, y se ha adoptado la cultura nacional mestiza y campesina.
No perdemos la esperanza de que algún día aparezcan más documentos, como los de los misioneros franciscanos como Fray Pedro de Betanzos, Fray Agustín de Ceballos y Fray Juan Baptista que aprendieron la lengua huetar para dar catecismo a los huetares, ya que nos ayudarían a comprender mejor la antigüedad de Costa Rica, y la forma de vida del pueblo huetar

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http://www.mapoteca.geo.una.ac.cr/







miércoles, 13 de febrero de 2013

El Coliseo Romano

Introducción

El anfiteatro de Flavio fue la obra de más envergadura construida en la cuidad de Roma durante la época clásica, sus dimensiones dan testimonio de ello y hasta hoy en día no deja de sorprendernos, más en cambio esta magnífica obra albergó alrededor de cuatro siglos la manifestación pura de la barbarie de la sociedad romana, los combates de gladiadores, entre éstos y animales y el ajusticiamiento de delincuentes representó la muerte de centenares de personas y a la vez el deleite de espectadores que desde la tribuna miraban complacidos como miles de personas morían en la arena.
Estos espectáculos sangrientos fueron apetecidos no sólo por los romanos sino por extranjeros que visitaban la ciudad con el fin de poder asistir a estos eventos que gozaban de fama alrededor de todos los territorios bajo control del imperio, a la vez que muchas ciudades romanas tenían sus propios espectáculos, eso sí en dimensiones mucho menores que las del Coliseo.
Es así que debemos conceptualizar al Coliseo romano como un símbolo de distinción y  poderío, construido con el fin de gratificar a la sociedad que en ese momento se concebía la dueña de todo el mundo conocido, en él se manifestaba la valentía, el coraje y el irrespeto por la vida humana y sobre la naturaleza, materializada en un escenario con un público enardecido y con su emperador a su lado, que en un momento de festín y vanagloria hacia de su diversión  el sufrimiento de seres humanos.
De lo anterior ahondaremos en adelante con información pertinente que nos permita tener un panorama más detallado de una sociedad que ha sido la inspiración de muchos estados aun hoy en día, realizaremos un aproximamiento al esplendor de un imperio que se extendió por toda la faz de la tierra conocida hasta ese momento y representó su grandeza en monumentos como el coliseo, manifestación en última instancia de una sociedad con alto índice de centralización, de crecimiento de las artes militares y arquitectónicas, a la vez que nos deja acercarnos a la realidad de los imperios como instituciones que crecen y llegan a un esplendor envidiable pero que a la vez decrecen y caen en la penumbra del olvido, de lo que quedan solo los vestigios de una sociedad que se desarrollo en un tiempo lejano y que la única manera de poder conocerla es por medio de la historia.
    

Breve descripción infraestructural del Coliseo y exposición de los espectáculos que se realizaban en él.

La construcción del Coliseo Romano se inició durante el reinado de Vespasiano (69-79), su estructura fue terminada por Tito (79-81) y decorado por Domiciano (81-96), todos los anteriores miembros de la Dinastía Flavia, de ahí que recibió el nombre de Anfiteatro Flavio, posteriormente en la Edad Media recibe el nombre de Coliseo debido a la presencia de una gran estatua de Nerón al lado del mismo.

 
 
 
 
A nivel estructural está construido de bloques de travertinos, hormigón y ladrillo a su vez “forma sobre sus dos ejes de 188 y 156 metros, un óvalo muy redondeado de 527 metros de contorno y eleva sus muros, que abarcan cuatro pisos, a 57 metros de altura” (Carcopino, 1942, p.367) .
Los tres primeros pisos están constituidos por tres hileras de arcadas superpuestas, guarnecidas de estatuas en la época del imperio. Estas sólo difieren entre sí por los órdenes de las columnas adosadas a sus pilastras, que son, respectivamente dórico, jónico y corintio. El cuarto piso presenta una pared sin arcos, a la que las pilastras semiempotradas dividen la fachada superior en paneles atravesados por ventanas y en su momento exhibían escudos de bronce, los cuales fueron agregados por Domiciano. En cada uno de los paneles sobresalen tres ménsulas que corresponden a similar número de  agujeros hechos en la cornisa. En las ménsulas se apoyaban las bases de los mástiles que sostenían un gigantesco toldo (Carcopino, 1942).
La cavea como se le llamaba a la tribuna ocupada por los espectadores comenzaba a “cuatro metros sobre el nivel de la pista con una plataforma (pódium) protegida por una baranda de bronce; sobre el podium se alineaban los asientos de mármol de los “privilegiados”-iba escribir los “abonados”-, cuyos nombres han llegado hasta nosotros” (Carcopino, 1942, p. 368) .
Las restantes graderías destinadas al público ordinario se dividían en tres zonas o maeniana,
“Las dos más bajas estaban separadas del pódium y separadas entre sí por un doble cinturón de praecinctiones,o sea corredores circulares horizontales bordeados de muros de pequeña elevación; entre la segunda y la tercera se interponía un muro de cinco metros de altura con puertas y ventanas, en el tercer maenianum tomaban asiento las mujeres, bajo un amplio voladizo sostenido por columnas. Sobre el voladizo se ubicaban, de pie, los peregrinos y los esclavos, quienes, excluidos de la distribución oficial de fichas de entrada o téseras (tesserae), no habían podido conseguir asientos en las graderías”(Carcopino, 1942, p. 369).
De acuerdo con Carcopino los Regionarios cuentan en el Coliseo 87000 loca, mientras que el autor menciona una cifra de 45000 el número de localidades sentadas y en 5000 el número de localidades de pie. La distribución del público dentro del edificio se caracterizaba por desarrollarse de manera eficiente sin provocar confusión y extravío. Cada asistente se dirigía hacia la entrada que le era indicada en una tabilla con inscripciones (Carcopino, 1942).
 La gradería y la muralla exterior están divididas por dos muros concéntricos que permitían tanto el tránsito de los espectadores como la instalación de galerías donde los visitantes paseaban en los entretiempos de los espectáculos o se protegían del fuerte sol del mediterráneo. 
Un enrejado metálico, distante cuatro metros de la base del podium, rodeaba la pista y defendía al público de los ataques de las bestias feroces que almacenadas en el subsuelo, emergían a la arena a partir de rampas especializadas. Éste subsuelo estuvo al principio dotado de canales, que permitieron en el año 80 inundar la pista y convertir la arena en un campo de batalla naval(Carcopino, 1942) .

En un principio en los municipios italianos y en las ciudades de provincia los magistrados tenían la obligación de brindar los munera al pueblo,  y para ello recurrían a los servicios de empresarios especializados los llamados lanistae. Éstos mantenían a sus expensas tropas de gladiadores que se caracterizaban por ser esclavos comprados y personajes atrevidos que se arriesgan a luchar en la arena atraídos por los premios y las fuentes sumas de dinero que les proporcionaban las victorias. Sin embargo posteriormente en Roma desaparece ese gremio, y es asumido por el príncipe.
Los procuradores funcionarios elegidos por el príncipe para ejercer el monopolio de los muneras tenían a su disposición edificios oficiales que servían para el entrenamiento de los gladiadores, muchos de ellos esclavos o prisioneros de guerra, así como para el almacenamiento de los animales exóticos, entre ellos “el cuartel del ludus magnus, construido probablemente en época de Claudio, y el del ludus matutinus, levantado por Domiciano, uno y otro sobre la vía Labicana”(Carcopino, 1942, p.370) .
El contingente de gladiadores estaba integrando de acuerdo a las aptitudes físicas y preferencias en el uso de armas de cada combatiente, así “los samnitas usaban el escudo (scutum) y espada (spatha); los tracios se protegían con una rodela (parma) y blandían un puñal (sica)” (Carcopino, 1942, p.372).
 
Los munera duraban habitualmente, como los ludi desde el alba al crepúsculo, cuando no hasta bien entrada la noche, como ocurrió a menudo en tiempo de Domiciano. Por tanto, para impedir que decayera el interés del público era necesario variar el aspecto de los combates, y a tal fin se obligaba a los gladiadores a luchar tanto en el agua de las naumaquias como en tierra firme del anfiteatro, a luchar en contra de animales feroces en las llamadas venationes, o entre los comunes duelos hombre a hombre conocidos como hoplomaquia (Carcopino, 1942).
Así, los espectáculos se caracterizaban por ser muy variados por ejemplo habían diversas clases de venationes unas inofensivas como cuando fieras amansadas y animales amaestrados rompían las sangrienta monotonía y cautivaban al público realizando increíbles actividades, 
“Lo que “Plinio el Antiguo y Marcial aluden con admiración y regocijo: panteras arrastrando dócilmente un carro; leones que cogían con la boca una liebre y luego la depositaban en el centro de la pista sin hacerle el menor daño; tigres lamiendo la mano del domador que acababa de azotarlos; elefantes arrodillándose con rendida humildad ante el palco imperial o trazando sobre la arena del redondel, con su trompa, frases en latín” (Carcopino, 1942, p.373).
Sin embargo existían venationes sangrientas en donde los animales exóticos provenientes de lejanos lugares eran admirados por el público, a la vez que eran devorados por otros animales o cazados por hombres, quienes “emboscados detrás de rejas o a la altura del palco del emperador –como más tarde lo hizo el propio Cómodo- arrojaban impunemente sus flechas a las fieras, que rugían de furioso dolor e inundaban la arena con sangre” (Carcopino, 1942, p.373).
 
 
En muchos casos estos espectáculos se lucían haciendo gala de una escenografía silvestre que recreaba el ambiente natural de los lugares donde residían los animales en cacería, lo que aunado a las destrezas del gladiador enaltecía el espectáculo. Los mismos se jugaban la vida en esas luchas contra “toros y osos, panteras y leones, leopardos y tigres; pero, yendo con frecuencia acompañados con una jauría de perros escoceses y siempre armados de teas encendidas, venablos, arcos, lanzas y puñales” (Carcopino, 1942, p. 373).
Los gladiadores se vanagloriaban de sus hazañas al duplicar el peligro de sus intervenciones, en algunos casos en lugar de emplear armas
“Molían a los osos a puñetazos o cegaban al león echando sobre su cabeza un manto; otros recibían el aplauso del público al excitar temerariamente el furor de los toros con un paño rojo que agitaban sobre sus hocicos, para luego eludir sus embates con ágiles fintas y tretas ingeniosas” (Carcopino, 1942, p.374).
Las venatio con las que la generosidad del príncipe gratificaba de ordinario al pueblo al atardecer después de los munera y como coronamiento del espectáculo gladiatorio, significó el sacrificio de una gran cantidad animales, por ejemplo “en el año 80 d. C en la inauguración del Coliseo por Tito murieron 5000 fieras y en dos muneras celebrados por Trajano se sacrificaron 2246 y 2243 animales" (Carcopino, 1942, p. 375).

 
La hoplomaquia era el combate de gladiadores propiamente dicho, a veces la lid era simulada recibiendo el nombre de prolusio o lusio según precediera al combate real o que ocupara toda la función o aun varias funciones seguidas. Esta se convertía en una muestra anticipada del munus, “exhibición impresionante de duelos no fingidos –sucesivos o simultáneos-, en los cuales las armas no estaban embotadas, los golpes no eran atenuados y cada gladiador sólo podía escapar de la muerte matando a su adversario” (Carcopino, 1942, 376).
En la víspera del combate un banquete reunía a quienes iban a luchar a muerte en el Coliseo. Al día siguiente el munus comenzaba con un solemne desfile
“Los gladiadores llevados en carro desde el ludus magnus hasta el Coliseo, apeábanse al llegar al anfiteatro y daban una vuelta a la arena en formación militar, el rostro altivo, las manos libres, seguidos de ayudantes que portaban sus armas; cuando llegaban frente al palco imperial, se volvían hacia el príncipe y, con el brazo diestro extendido en señal de homenaje, le dirigían la aclamación lúgubre y cruelmente verídica “¡Salve, Emperador, los que van a morir te saludan! ¡Ave, Imperator, morituri te salutant!” (Suetonio, Claud., 21 citado en Carcopino, 1942, p. 376).
Una vez finalizado el acto protocolar se revisaban las armas la probatio armorum con el fin de que la faena se realizara de manera eficiente, posteriormente se entregaban a los combatientes dando paso al sorteo para escoger a las parejas de enfrentamiento. Éstas podían coincidir en el uso del arma, pero habían ocasiones en donde se decidían enfrentar contendientes de distinta clase, un samnita contra un tracio por ejemplo y en funciones especiales para sorprender un diplomático extranjero se realizaban combinaciones extravagante “negro contra negro, como en el munus con que Nerón agasajó a Tiridates, rey de Armenia; o enano contra mujer, como en el munus organizado por Diocleciano en 90 después de Jesucristo” (Carcopino, 1942, p.378).
Cuando se iniciaba el combate el público estallaba de emoción desde las graderías, algo similar a lo que ocurría en los ludis
“El público del munus dividía sus aplausos entre los parmularii, preferidos por Tito, y los scutarii, por los que se inclinó Domiciano. Las apuestan o sponsiones se hacían como en los ludi; y, para evitar que la lucha fuese falseada por un secreto acuerdo  entre los combatientes, un instructor se mantenía al lado de ellos listo para ordenar a los lorarii o azuzadores que excitaran el ardor homicida de los gladiadores mediante innobles gritos: ¡Golpea! (verbera); ¡Mátale! (iugula); ¡Quemalo! (ure); y si los gritos no bastaban, los lorarii enardecían a latigazos a los gladiadores” (Carcopino, 1942, p.380).
El gladiador victorioso era recompensado después de cada combate con gran cantidad de piezas de oro y regalos preciosos. Este botín era transportado por él mismo a través de la arena, recibiendo el aplauso del público quien agradecía y felicitaba por el buen espectáculo brindado.
“Muy pronto conocía las dulzuras de la gloria y de la popularidad. Por la fama y la fortuna ese esclavo, ese criminal condenado por la justicia o ese ciudadano que decidió entrar a la arena, igualaba a los pantomimos de los teatros y los aurigas de espectáculos circenses más celebrados y aplaudidos” (Carcopino, 1942, p. 381).
Pero ese éxito y fama que brindaban los munus era efímero debido a los peligros que ello conllevaba, por lo que muchos gladiadores se proponían no solo ganar la palma que los acreditaba como ganadores del combate, sino que mediante sucesivas victorias podían obtener el apreciado sable de madera (rudis) que le otorgaba el titulo de honor y símbolo de liberación.
En el siglo II  después de Jesucristo, los emperadores decidieron entregar los rudis  a aquellos gladiadores que se destacaban por su excelente labor en los espectáculos lo que permitía acortar su servicio activo, Marcial elogió la benevolencia del emperador Domiciano:
“O dulce invicti principis ingenium por que en presencia de dos valentísimos gladiadores que a pesar o a causa de su arrojo no lograban definir el combate, el emperador detuvo el duelo, proclamando a ambos contrincantes triunfadores y enviando a cada uno de ellos la rudis de la libertad junto con la palma de la victoria” (Marcial, Spect., 20 citado por Carcopino, 1942, p. 382).
También Trajano en los naumachiae y munera del año 109 d. C ordenó que todos los combatientes que no sucumbieran en sus combates fuesen considerados libres, aunque estos casos son excepcionales dentro de toda la historia de los munus. Además se daba el caso de que muchos gladiadores que habían obtenido la libertad, decidían volverse a enrolar en los juegos, esto para no renunciar a la vida de lujuria y peligro que les brindaba los combates.
El desarrollo de los munera  llegó a representar por excelencia un actividad de gran envergadura, por ejemplo el emperador Trajano en el 107 d. C otorgó a la plebe un munus en donde actuaron 1000 gladiadores, en el año 113 una función del anfiteatro duró tres días en donde intervinieron 1202 parejas de combatientes y poco años antes el mismo Trajano ofreció combates que duraron del 7 de julio hasta el 1 de noviembre del 109 de nuestra era, actuaron en él 4912 parejas de gladiadores (Carcopino, 1942).
El munus, en realidad parecía que jamás podría ser desarraigado. Algunos emperadores magnáminos procuraron entonces mitigar su crueldad. Tito, Trajano y Marco Aurelio se esforzaron por ampliar, en el programa de sus fiestas, la parte del lusio, es decir, el simulacro de munus, Tito aficionado con extremo a esta esgrima inofensiva, no vaciló en intervenir personalmente en la organización de las lusiones de Reate, su ciudad natal.

 El papel socio-político de los anfiteatros en la sociedad romana.

En este apartado trataremos de analizar el uso socio-político que frecuentemente se le daba a los anfiteatros, para entender  la importancia que tenía para la sociedad y para el gobierno romano, para esto es conveniente entender cuál fue el proceso que llevó a una práctica hasta cierto punto aislada a ser una actividad manejada por el Estado dirigida hacía toda la sociedad romana.
De acuerdo con Freidlander fue en las ceremonias de D. Junio Bruto (…) en el año 490 a. C. cuando sus hijos Marco y Demetrio presentaron por primera vez en el foro de los bueyes un combate de gladiadores haciendo luchar a tres parejas de estos (FreídLänder, 1947).
Según la misma fuente posteriormente en el año 105 a. C., P. Rutilio Ruffo y C. Manlio fueron los que se encargaron de llevar esta práctica al carácter oficial, pero, ¿cuáles  fueron los motivos de que el estado romano se interesara por adoptar una práctica como esta? y ¿cómo pasa de ser una actividad para adinerados a ser una diversión accesible para todos los ciudadanos romanos?
 Según Cristina Delgado
“Dos factores influyeron en ello: por un lado, la multitud de indigentes que pululaba por Roma, cuya ociosidad constituía un peligro para el mantenimiento del orden ciudadano, a pesar de las distribuciones estatales de trigo y dinero; por otro la importancia que los gobernantes le concedían al apoyo popular” (Delgado, 1998, p.9-21).
 
Los anfiteatros no fueron sólo un lugar de diversión, sino también un lugar para que los emperadores, los cónsules y todos los demás hombres con cargos políticos obtuvieran popularidad y fueran apreciados por el pueblo, pues siendo ellos los que organizaban los juegos podían ganarse la admiración de la gente, además el misma autora menciona que en ese tiempo había muchos mendigos y desocupados en Roma, para ellos era atractivo ir a ver los espectáculos donde además se menciona que a veces repartían porciones de comida y para el Estado era favorable porque, al estar estas personas en el anfiteatro ya no andaban esparcidas por la ciudad donde podían provocar problemas, también los juegos eran para el estado una forma de ganarse el apoyo del pueblo, además de esto se puede considerar que el anfiteatro significaba una cierta libertad de expresión para el pueblo pues ahí podían gritar, reclamarle al gobierno o apoyar a sus gobernantes preferidos.
Se habla sobre la gran popularidad y admiración que se había ganado Nerón por medio de los espectáculos que presentaba en ellos y de la actitud con la que se mostraba frente a sus súbditos “para ganarse el favor de sus súbditos, en las graderías, el emperador debía abandonar toda actitud de reserva, e incluso, como diríamos hoy, debía esforzarse en «hacer pueblo»” .
Se muestra claramente en todo esto el deseo de los emperadores por simpatizar con el pueblo, se puede decir que al presentarse los emperadores en el anfiteatro y sentarse a ver los juegos, era una forma de decirle al pueblo que el emperador era como ellos, aunque hay que tomar en cuenta que el anfiteatro también era un lugar donde se marcaban claramente los estratos sociales de las personas, los campos más privilegiados eran los de los emperadores, luego los cónsules y así seguía decreciendo el grado de privilegio hasta llegar a la parte de más atrás donde le correspondía el lugar a las personas de menor rango social, los forasteros y los mendigos.
Se ha hablado de las ropas que se usaban en los anfiteatros que también marcaba el grado de rango social de las personas, pero a pesar de las diferencias de clases todos estaban unidos bajo un mismo techo y miraban juntos el mismo espectáculo, por lo que se puede decir que el anfiteatro era un medio para unir a la sociedad romana, como lo son hoy en nuestra sociedad algunos deportes. Los romanos en el poder tenían conocimiento de todo esto, sabían sobre la importancia de los juegos para legitimar su poder.
“La excelencia de un gobierno no se revela menos en la preocupación por los pasatiempos que en la que se tiene por las cosas más serias, pues si bien es cierto que es mucho más perjudicial la negligencia en este último caso, el perjuicio es mucho más grave cuando los pasatiempos son desatendidos; pues el pueblo es menos ávido de larguezas en dinero que en espectáculos; y, finalmente, las distribuciones de víveres y de trigo bastan para contener a la gente a título individual, pero el espectáculo es necesario para el contento del pueblo en masa” (Palabras de Fortón citadas en Augued, 1986).
En la anterior cita se pueden ver la importancia que otorgaba el gobierno a los juegos como medio de legitimación y la importancia que le daba el mismo pueblo, pues se dice que causaba aun más descontento  la disminución de los espectáculos que la disminución de las reparticiones de comida.
Hemos visto como los juegos eran de gran importancia para los gobernantes y como ellos estaban consientes de esa importancia, pero ahora pasaremos a ver la importancia que tenían para el pueblo. Al parecer el pueblo también se había creado una conciencia de que los emperadores debían de ganarse su aprobación y los anfiteatros eran el lugar donde el pueblo podía darle apoyo al emperador o mostrarse en su contra, de ser un lugar de diversión un anfiteatro podía pasar a ser casi un lugar de protesta donde se escuchaban los reclamos en contra del emperador, de esta manera se puede ver el anfiteatro como un lugar de dialogo, por supuesto no en todo el sentido de la palabra, pero si en el sentido de que se escuchaban las palabras del emperador y aunque fuera en una forma espontánea por medio de gritos, el pueblo podía hacerle saber al emperador si estaba de acuerdo o no con su forma de gobernar y con algunas leyes que se decretaban.
En las fuentes consultadas no se menciona si se llegaron a quitar leyes gracias a la intervención del pueblo, pero si se menciona que en ocasiones algunos condenados a muerte eran liberados gracias a que el pueblo se oponía a que los mataran, de esta forma el anfiteatro era para los gobernantes una forma de expresar su poder, pero también de hacerles saber que el pueblo tenía voz y que sus palabras cobraban valor en el anfiteatro.  
Según Ronald Auguet,
“Se vociferaba el nombre de un gladiador solicitando que saliera a la arena o que fuera liberado. La gente se tomaba, incluso, la libertad de reclamar una reducción de los impuestos o la abrogación de una ley; y, a veces, contrariamente a lo que solía ocurrir cuando aparecía algún favorito del emperador, o sea, en vez de recibirle con aplausos, se llegaba a demostrarle sentimientos hostiles que había que interpretar, lógicamente, iban dirigidos también a la persona del emperador” (Augued, 1986, p.38).
 
Detrás de los espectáculos que se presentaban en el anfiteatro había una intención de transmitir al público un mensaje, se habla de un “mensaje didáctico”, según dicho mensaje, los animales salvajes que se soltaban en la arena para ser cazados representaban a los enemigos de los romanos, los luchadores representaban los valores militares, además en los anfiteatros se castigaba públicamente a los que infringían la ley romana (Delgado, 1998).
En este artículo no se menciona, seguramente por ser obvió, pero vale la pena decir que el mensaje que se transmitía era el poder de Roma sobre su ciudad y la superioridad sobre todas las demás sociedades, también la costumbre de tomar prisioneros de guerra y ponerlos a pelear usando sus propios estilos se puede interpretar como una forma de mostrarle al pueblo romano la gran fuerza y poderío militar de los enemigos, que sin embargo habían sido derrotados por los romanos, esto sin duda se puede ver como una forma de representar al emperador y a los funcionarios militares como héroes, así que en cierta forma no se desprestigiaba al enemigo, simplemente se mostraba la idea de que el enemigo era muy fuerte pero los romanos eran aun mejor, pues lo habían logrado derrotar y ahora se divertían a costa de ellos.
 La otra práctica mencionada era el castigo de los criminales, sobre esto no hay mucho que explicar es simplemente la forma de mostrarle al pueblo lo que le pasaba a los que se atrevían a irrespetar el gobierno, además de esto se difundía un gusto por la guerra, creando en la gente un imaginario colectivo que hacía a los romanos sentirse como la mejor civilización, a la vez que se reducía la posibilidad de que el pueblo se pronunciara en contra del gobierno, a pesar de que como ya se ha mencionado el anfiteatro podía servir para reclamos, presentando un buen espectáculo se mantenía al pueblo contento y se evitaban posibles rebeliones “era ya cosa sabida que cuanto más se desgañitaba el pueblo en el circo, menos fuerza tenía su voz en las asambleas” (Augued, 1986).
Ya hemos mencionado casi todas las funciones políticas que cumplían los anfiteatros en la sociedad romana, pero aun hay una función que no fue planeada por los romanos, pero que en ocasiones fue de gran ayuda, esta función fue la de tener una milicia de reserva, pues se sabe que los gladiadores recibían entrenamiento y en caso de necesidad se podían utilizar en la guerra contra otros pueblos
“En el año 107 a. C., Mario cónsul de Roma promovió la reforma del ejercito, eliminando la posesión de tierras como condición  para entrar en él y reclutando nuevos soldados entre las clases bajas. La gravedad del la situación exigía el rápido y eficaz entrenamiento de tan inexpertos reclutas, con buen criterio eligió a los mejores gladiadores de la escuela de Aurelio Sacauro en Capua (canpania) para formar sus tropas. El resultado fue óptimo pues con ellas derrotó a la tribu  germana de los Cimbrios (101 a. C.)” (Delgado, 1998, p. 9-21).  
Teniendo en cuenta cual era la función de los anfiteatros  es conveniente analizar cuál era la condición de Roma en los años de la dinastía Flavia que fue en la que se construyó el más grande y famoso anfiteatro romano el Anfiteatro Flavio, para esto es necesario decir que en el año 68 d. C. había en Roma una descentralización política que había desatado una guerra civil, en la que primero Otón se colocó en el poder, pero sus tropas fueron incapaces contra las de Vitelio, Otón ante esto decidió suicidarse, Vitelio se apoderó del trono, pero gobernó con un régimen de terror  que puso en su contra al pueblo y a muchos senadores, fue entonces cuando Vespasiano, ayudado por las tropas de Tito Julio Alejandro, se colocó en el poder y así daría inicio a la dinastía Flavia, en el gobierno del mismo Vespasiano es cuando se comenzó la construcción del gran Anfiteatro Flavio . 
Es importante mencionar que para el año en que Vespasiano tomó el poder de Roma, no había anfiteatro en dicha ciudad, porque anteriormente había existido el Estatilio Tauro, que era un anfiteatro de piedra, pero este había sido destruido desde el año  57 posiblemente en el incendio que provocó Nerón y posteriormente lo que había era un foro de madera para presenciar las peleas de gladiadores.
Tomando en cuenta lo anteriormente analizado sobre las funciones que tenían los anfiteatros para mantener al pueblo de acuerdo con el estado y para mostrar su poder y legitimarse, entonces en una sociedad donde había tanta descentralización política, se necesitaba algo para volver a unir el pueblo en favor de la nueva dinastía Flavia y como para los emperadores romanos la forma de ganarse  el aprecio del pueblo que conocían era halagándolo y presentándole grandes espectáculos, se puede decir que la construcción del gran Anfiteatro Flavio, era la mejor forma de legitimar su poder, además de esto Roma era la ciudad más importante y había que construir algo que así lo demostrara.
 

Conclusiones
Podemos finalizar este trabajando mencionando la importancia que han tenido a lo largo de la historia los espectáculos o diversiones publicas dentro de las sociedades, estos aunque eran vistas como espacios de ocio por la población, podían funcionar a la vez como medios de dominación y control social, algo aprovechado por los gobernantes romanos quienes rápidamente se dieron cuenta del gran potencial que los espectáculos les podían brindar a sus intereses políticos.
Es así que para mantener contenta a la población los emperadores se dieron a la tarea de ofrecer los mejores combates gladiatorios, de esta manera se aseguraban el apoyo del público y por lo tanto su estabilidad en el poder no peligraba en parte, ya que aunque la popularidad del emperador fuera necesaria, esto no evitó las usurpaciones dentro de las mismas familias dinásticas.
Además el Coliseo representó un lugar de entretenimiento de vital importancia dentro de una ciudad que se caracterizaba por albergar gran cantidad de población, la cual demandaba espacios de diversión que borraran por momentos las grandes diferencias sociales de la misma, y por lo tanto propiciar un ambiente de estabilidad, aunado a ello las combates gladiatorios eran una actividad muy arraigada dentro del pueblo romano, lo que evidencia el porqué otras actividades deportivas como los juegos griegos no tuvieron mucho éxito dentro la misma población, quien mantenía cierto recelo por lo extranjero.

 
 
 

Bibliografía
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Miguel Ángel Novillo López, Breve Historia de Roma. España, Imprenta Fareso, 2012.
Roland Augued, Civilización y crueldad los juegos romanos. Barcelona, Orbis, 1986.
http://www.librosmaravillosos.com/losjuegosromanos/capitulo07.html, fecha de acceso: 27 de septiembre de 2012.